NÚMERO 212 MAYO 7 DE 2014 (MIÉRCOLES)
Director
Bernardo A. Rendon Restrepo
bernal.rendon@hotmail.com
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero
Galardonados con la
1ª entrega de los premios
ANTURO
Enlaces
myberose@hotmail.com
Twitter@revistaconstela
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EL OCHO MIL DE SANTOS
Fernando
Londoño Hoyos
Samper ganó la presidencia y
perdió el honor. Santos perderá la reelección y ya perdió el honor.
Son
desconcertantes las similitudes entre el itinerario delincuencial de Samper por
conseguir la Presidencia de la República y el de Santos para preservarla y
sumarle la gloria, la fama, la apoteosis romana que le abrieron a su codicia
ilimitada.
La
entrega de los narcotraficantes al Gobierno no era un plan de mediana entidad
ni pergeñado apenas. Era una obra concluida, perfecta y de colosales dimensiones.
Desmovilizar más de ocho mil delincuentes de todos los frentes de la mafia;
entregar los laboratorios y los sembrados y las rutas y las amargas
complicidades locales e internacionales de más del sesenta por ciento de la
operación cocalera del país; poner a disposición de la justicia colombiana
todos los cabecillas de ese entorno criminal y recaudar billones de pesos de
libre disposición, y centenares de miles de hectáreas de la mejor tierra, era
una propuesta invencible.
Los
problemas del proyecto eran obvios y superables. Los Estados Unidos podrían
objetarlo. El despojo de los bienes habría de respetar el mínimo vital de las
familias de los capos. Ya se discutiría el mínimo vital de esos potentados, y
los Estados Unidos aceptarían la estrategia, si les garantizaran que saldría del mercado
semejante cantidad de cocaína y que de esos enemigos no tendría que ocuparse
más. La justicia americana es pragmática.
Viene
la inmensa sorpresa. El plan se congela y la gestión de J. J. Rendón, el
hermano de bellaquerías de Santos, queda sin la última respuesta. El Presidente
archiva el plan y su fiscal Viviane Morales no encuentra interesante proseguir
esa negociación, la mayor de la historia con una empresa criminal.
¿Qué
pasó? Pues que al tiempo con este plato a Santos se le ofreció otro más
suculento, el que le preparaba su otro hermano, el de sangre, Enrique. Era
mucho más atractivo. Estaba adobado con el fin de una lucha de cincuenta años;
suponía el único plan a grande escala para incorporar a un país de derecha un
ejército marxista; incluía la admiración y el aplauso de toda la izquierda
mundial, la de veras y las de mentiras, que son más; lanzaba a sus autores al
estrellato y al derrotado socialismo le abría una ventana al porvenir; por fin
comprendía el sueño de una América comunista, manejada desde Cuba, ingobernable
para los Estados Unidos y respaldada por los marxismos caducos, pero
esperanzados todavía, de la China y de Rusia.
El
hermano de sangre, con sus secuaces, le ganó la partida al hermano truhán y sus
tenebrosos contactos. Por eso, Santos “engavetó” el plan de rendición que El
Espectador ha denunciado y se quedó con el que echó a rodar en La Habana.
Las
fechas coinciden a la perfección. El plan de entrega de la mafia pura,
frustrado por lo que ya se dijo, coincide plenamente con el plan de negociación
con la mafia disfrazada de política. Enrique lo garantizaba desde Cuba, Fidel
lo respaldaba, Chávez lo aplaudía, los países nórdicos, las eternas celestinas
de la violencia marxista en América, le darían su bendición. Faltaban detalles
que se perfeccionarían en el camino: un Marco para la Paz con impunidad, un
Fiscal colaboracionista que andaba bien dibujado y sacar del escenario a los
posibles opositores. Matar a Álvaro Uribe o acribillarlo en la Comisión de
Acusaciones, asesinar a Fernando Londoño para advertir a cualquiera imprudente
el costo de oponerse, neutralizar a las Fuerzas Militares para desaparecerlas
en el momento oportuno.
Los
doce millones de dólares son la menuda de todo este aparato. Pero con la mafia
no se juega. Porque cuenta, como acaba de hacerlo. Santos, como Samper, ha
quedado al descubierto. Y será derrotado como Samper, ya no ante el improbable
tribunal de la Historia, sino ante el seguro veredicto de las urnas, este próximo
25 de mayo.
Fernando
Londoño Hoyos
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EDITORIAL:
A PROPÓSITO DE UNA COLUMNA
EL
TIEMPO reitera que sus colaboradores deben respetar las normas elementales de
decoro y rigor periodístico, incluyendo el apego a la verdad.
En el día de hoy los
lectores de las páginas de opinión de EL TIEMPO encontrarán, como ha sido usual
a lo largo de los pasados diez años, la columna del
exministro Fernando Londoño. Dicho texto, para decirlo sin preámbulos, rompe completamente con los
principios que ha señalado este periódico en más de una ocasión, en el sentido
de que el espacio del que disponen nuestros colaboradores habituales debe
respetar ciertas normas elementales de decoro y rigor periodístico, incluyendo
el apego a la verdad.
Una mirada al
escrito titulado ‘El ocho mil de Santos’ –que se publica en su lugar habitual–
deja en claro que tales condiciones no se cumplen. Más que expresar opiniones,
lo que su autor hace es sindicaciones de tipo penal, en contra del Presidente
de la República, entre otros, sin más sustento que el de atar cabos en forma
arbitraria, por decir lo menos.
No vale la pena
dignificar las aseveraciones hechas repitiéndolas una por una. Basta señalar
que los términos utilizados repulsan y le resultan inaceptables a EL TIEMPO. Al
respecto, esta Casa Editorial reitera su compromiso de no hacerles el juego a
quienes creen tener patente de corso para pasar de la crítica al insulto, del
cuestionamiento al ataque artero. Una vez más es nuestra obligación insistir en
que los columnistas tienen derechos, pero también deberes, sobre todo el de la
veracidad.
Hablando desde un
plano más amplio, el caso presente es oportuno para hacer una reflexión de
fondo. Textos como los de Londoño hacen evidente una peligrosa polarización,
cuya raíz es la cercanía de las elecciones, pero que tiene implicaciones
profundas al atentar contra la legitimidad de las propias instituciones
nacionales.
Y es que lo que
está en juego va mucho más allá del nombre de cualquiera que se haya postulado
a ceñirse la banda tricolor el 7 de agosto. De lo que se trata aquí es de
preservar ciertas reglas elementales en la democracia y estas incluyen el
respeto al contendor en su persona y en su honra, independientemente de las
ideas que profese.
Lo sucedido permite
referirse al deplorable ambiente de guerra sucia que se hace evidente en el
país, en la recta final de la campaña. En lugar de confrontar argumentos, hay
sectores interesados en enlodar la reputación de candidatos que, más allá de
las preferencias de cada uno, tienen hojas de vida respetables y cuentan con
las condiciones de dirigir los destinos de la patria.
Debido a ello, sea
este el momento de hacer un llamado para que los diferentes aspirantes en
contienda se comprometan públicamente con unos parámetros de comportamiento,
los cuales deben comenzar con el respeto al adversario. De lo contrario,
corremos el peligro de revivir las páginas más oscuras de nuestra historia, las
mismas que solo dejaron como balance estelas de horror y sangre. No menos
ejemplarizante debería ser lo sucedido en Venezuela, cuyas clases dirigentes se
trenzaron en una lucha caníbal que permitió el surgimiento de causas
populistas, cuyo balance dista de ser positivo.
En cuanto a
Fernando Londoño, cumplimos con reproducir su escrito, pues mal haríamos en
volverlo mártir de la libertad de expresión. Es de lamentar que los llamados
privados que hicimos a su sensatez fueran recibidos con oídos sordos.
Confiamos, entonces, en que esta salida en falso le sirva para recuperar la
mesura, propia de su condición de exministro de Estado y de orientador de una
opinión que no debe caer en la tentación de remplazar la pluralidad por el
sectarismo.
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Espero que hayan disfrutado de su
Contenido, hasta pronto…
La información e imágenes
publicadas en esta revista están extractadas de la Internet, principalmente de
Google, EL COLOMBIANO, El Barquero de EJE 21, EL TIEMPO, EL
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de la página no censurada de JUAN GUERRA, CLARIN desde Argentina, EL
UNIVERSO desde Ecuador, EL INFORMADOR desde Santa Marta, PORTAFOLIO, Juan
Gossaín, DINERO, DIARIO DE AMÉRICA, PERIODISMO SIN FRONTERAS y demás
prensa lo mismo que los correos que llegan vía email. Si hay algún
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NOSOTROS NO PLAGIAMOS Y LO ÚNICO QUE HACEMOS CON TODO RESPETO, ES REPRODUCIR
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