Director
Bernardo A. Rendon Restrepo
bernal.rendon@hotmail.com
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero
Galardonados con la
1ª entrega de los premios
ANTURO
APLAUSOS PARA EL SEÑOR QUE
ESCRIBIÓ ESTO
Luis Fernando
Veríssimo, escritor brasileño (Porto Alegre, Rio Grande
do Sul, 26 de Septiembre de 1936)
El irrespeto por la naturaleza
ha afectado la supervivencia de varios seres, y entre los más amenazados está
la hembra de la especie humana.
Tengo apenas un ejemplar en
casa, que mantengo con mucho celo y dedicación, pero en verdad creo que es ella
la que me mantiene.
Por lo tanto, por una cuestión
de auto-supervivencia, lanzo la campaña “Salvemos a las mujeres”.
Tomen de acá mis pocos
conocimientos sobre la fisiología de la feminidad, con el fin de que
preservemos los raros y preciosos ejemplares que todavía quedan:
1. Hábitat:
La mujer no puede vivir en
cautiverio. Si está enjaulada, huirá o morirá por dentro. No hay cadenas que
las aten y las que se someten a la jaula pierden su DNA. Usted jamás tendrá la
posesión sobre una mujer; lo que la va a atar a usted es una línea frágil que
necesita ser reforzada diariamente.
2. Alimentación correcta:
Nadie vive de la brisa.
Mujer vive de cariño. Dele en abundancia. Es cosa de hombre, y si ella no lo
recibe de usted, lo buscará en otro. Besos matinales y un “yo te amo” al
desayuno las mantienen bellas y perfumadas durante todo el día.Un abrazo diario es como el agua para los helechos. No la deje deshidratarse. Por lo menos una vez al mes es necesario, si no obligatorio, servirle un plato especial.
3. F l o r e s:
También hacen parte del menú.
Mujer que no recibe flores se marchita rápidamente y adquiere rasgos masculinos
como la brusquedad y el trato áspero.
4. Respete la naturaleza:
¿No soporta la TPM (tensión
pre-menstrual)? Cásese con un hombre. Las mujeres menstrúan, lloran por
cualquier cosa, les gusta hablar de cómo les fue en el día, de discutir sobre
la relación. Si quiere vivir con una mujer, prepárese para eso.
5. No restrinja su vanidad:
Es propio de la mujer hidratar
las mechas, pintarse las uñas, echarse labial, estar todo un día en el salón de
belleza, coleccionar aretes, comprarse muchos zapatos, pasar horas escogiendo
ropas en un centro comercial. Comprenda todo esto y apóyela.
6. El cerebro femenino no es un mito
Por inseguridad, la mayoría de
los hombres prefiere no creer en la existencia del cerebro femenino. Por ello,
buscan aquellas que fingen no tenerlo (y algunas realmente lo jubilaron).
Entonces, aguante: mujer sin cerebro no es mujer, sino un simple objeto
decorativo. Si usted está cansado de coleccionar estatuillas, intente
relacionarse con una mujer.
Algunas le mostrarán que tienen
más materia gris que usted. No les huya, aprenda con ellas y crezca. Y no se
preocupe; al contrario de lo que ocurre con los hombres, la inteligencia no
funciona como repelente para las mujeres.
7. No haga sombra sobre ella...
Si usted quiere ser un gran
hombre tenga una mujer a su lado, nunca atrás. De esa forma, cuando ella
brille, usted se bronceará. Sin embargo, si ella está atrás, usted llevará una
patada en el trasero.
8. Acepte:
Mujeres también tienen luz
propia y no dependen de nosotros para brillar. El hombre sabio alimenta los
potenciales de su compañera y los utiliza para motivar los propios. Él sabe
que, preservando y cultivando la mujer, él estará salvándose a si mismo.
Mi amigo, si usted piensa que la
mujer es demasiado costosa, vuélvase GAY.
¡Sólo tiene mujer quien puede!
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LOS POSOS DE SANTOS
Pensar
que a estas alturas del paseo, después de los cinco billones que La Guajira ha
recibido de las regalías del carbón, gas y sal, tienen que mendigar unos
carrotanques.
Si yo fuera Santos, me daría pena viajar a La Guajira
para anunciar unos pinches pozos. Cuatro años después, lo que tiene para
mostrar son unos pocos pozos que inauguró Iragorri con parafernalia y muchas
promesas huecas. Dicen que son 3.000 los niños muertos de hambre. En otros
parajes habría bastado para tumbar un gobierno o, al menos, un ministro. Aquí
sirve para que los políticos saquen pecho con limosnas de última hora.
Por cierto, eché en falta en su discurso a los
guajiros un elogio al senador de sus entrañas, Musa Besaile, al que otorgó más
cupos indicativos que a nadie (dineros que deberían ir a obras y acaban
evaporados). El cordobés obtuvo un buen caudal de votos en La Guajira y al
Presidente le pareció estupendo. No se me borra la imagen de un Santos eufórico
celebrando el triunfo de ‘la U’ en las legislativas de marzo.
Tampoco iría si yo fuese Vargas Lleras. Aunque se
haga el de la vista gorda, el gobernador anterior era de su partido, así que le
cabe responsabilidad como al resto.
Y qué decir de las autoridades de Uribia, pasadas y
presentes. No sé cómo logran conciliar el sueño. Han recibido más regalías que
nadie y han devuelto a sus conciudadanos miseria a raudales.
Cada vez que voy a Uribia me muero de la vergüenza y
la rabia. Vergüenza de pensar que muchos extranjeros pasarán por el pueblo
camino del Cabo de la Vela y serán recibidos por una alfombra de basura que
adorna sus entradas. Y rabia al observar las huellas de la corrupción en cada
esquina.
¿Y qué decir de los líderes wayús? ¿Acaso pueden
evadir su culpa? La primera vez que estuve en una ranchería, hace ya 11 o 12
años, se me cayó el alma a los pies. Había escuchado tantas maravillas en las
burbujas bogotanas sobre ellas, que creía que encontraría unos ranchos
bucólicos, tradicionales, donde uno podía disfrutar los atardeceres en esas
tierras desérticas.
Lo que hallé fueron niños desnutridos de caras
tristes, falta de higiene absoluta y miseria comparable a la que vi en países
paupérrimos africanos como Burkina Fasso. En los años sucesivos que he vuelto
no he visto el menor cambio.
A mí que me expliquen los jefes wayús una cosa
sencilla: si hay tanta hambruna, ¿por qué solo hospitalizan y mueren niños? ¿No
estará pasando como lo que he denunciado que ocurre entre algunos emberas del
Chocó, que la comida que mandan para los pequeños terminan en el estómago de
los grandes?
Pensar que a estas alturas del paseo, después de los
cinco billones que La Guajira ha recibido de las regalías del carbón, gas y
sal, tienen que mendigar unos carrotanques. Díganme si no es para meterlos a
todos presos, gobiernos local, regional y nacional, por pecado de omisión en la
muerte de los infantes.
Tienen suerte de que unos miles de niños wayús valgan
menos que diez o veinte mil chigüiros. Entonces hablaron, así fuera a media
voz, de exigir alguna renuncia ministerial. Ahora ni eso.
Desconozco qué se puede hacer para desarrollar La
Guajira. Sí creo que la minería a cielo abierto es un crimen de lesa humanidad,
así lo practique El Cerrejón, la compañía más seria y juiciosa en un universo
donde abundan los piratas tipo Drummond. Lo indudable es que el departamento no
pasa sed por la sequía de este año, sino porque la alta Guajira es desértica y
el Gobierno Nacional parece ignorarlo. Hay muchos países en la Tierra con
climas semejantes que sobreviven en condiciones buenas. Podrían imitarlos.
Claro que deberían comenzar por erradicar los ladrones del erario. Y no parece
que quieran.
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LA `AGONÍA` DE LOS SIETE RÍOS DE CALI
Bañarse
en el charco del Burro o en Charco Azul, y otros remansos de los siete ríos de
Cali, está en los recuerdos gratos y las fotos ya amarillas de muchos caleños
de antaño. Pero ese privilegio natural está hoy sometido al riesgo de
extinción.
El robo de sus orillas, el desvío de sus aguas para
fincas, condominios o colegios, la incesante contaminación con basuras y aguas
residuales, hacen que una ciudad con más 150 metros cúbicos por segundo no sepa
hoy cuál será la suerte del abastecimiento futuro.
Seis de los ríos, convertidos en caños, caen en el
Cauca, que ya viene herido por la deforestación y el narcotráfico en territorio
caucano. Y, así, una ciudad rica pasa por cortes de agua y sufre para responder
a una sequía.
Estas son sus historias.
Al río Pance se lo toman todo
Sus aguas, fuente de turismo en Cali, llegan a la
desembocadura sin que nadie se percate de su agonía y contaminación.
El río Pance, ese que atrae a miles de bañistas para
darse un chapuzón, es el mismo que termina con aguas reducidas y turbias cerca
de una autopista. Nadie ve ese final porque debería entrar a una propiedad
privada en medio de espesos matorrales. Desfalleciente, tras sus 25 kilómetros
desde su nacimiento en Farallones, a 4.200 metros sobre el nivel del mar, se
une con el oscuro y contaminado río Jamundí.
En su nacimiento, entre los empinados picos de la
reserva natural, el río, con el mismo nombre del corregimiento que atraviesa,
sale desbocado con 2,1 metros cúbicos por segundo para chocar con la zona
urbana de Cali y bajar a 0,8 metros cúbicos por segundo, según el área de
Laboratorio Ambiental del Departamento Administrativo de Gestión del Medio
Ambiente (Dagma).
En sus riberas no se
respetan los 30 metros en cada margen, advierten expertos de la Corporación
Autónoma Regional del Valle del Cauca (Cvc). Entre Pance y la zona de La Vorágine hay por lo menos 30 edificaciones
que se han levantado, algunas sobre el mismo río, como lo indica la Personería.
El Pance es el mismo que abastece 21 acueductos de
7.500 habitantes, pero del que se surten, según la Alcaldía, otros 50.000
moradores indirectamente y el que es utilizado por balnearios a pocos metros de
su orilla. Hay hasta improvisados lavaderos de carros.
El río pasa por cuatro centros de recreación a donde
cada fin de semana llegan de 30.000 a unos 60.000 bañistas, entre ellos, el
Ecoparque Río Pance o Parque de la Salud, a lo largo de unos ocho kilómetros.
En la parte baja, colegios y universidades toman sus
aguas, como lo señala la misma Personería. El panorama se complementa con
quienes pernoctan en más de 2.000 espacios a lo largo de la ribera, mientras
hay cabañas que ofrecen turismo ecológico.
Pero el río Pance, el del plan del sancocho de
gallina en fogón de leña, pese a las recomendaciones de no hacerlo sobre su
margen de protección, también recibe aguas residuales. Una planta de
tratamiento de La Vorágine reduce el impacto, aunque el pasado 18 de julio un
daño en la geomembrana afectó el caudal. Según Dídier Upegui, director de la
Regional Suroccidente de la Cvc, la situación se corrigió a tiempo.
El personero Andrés Santamaría insiste en la voz de
alerta del año pasado porque la agricultura y la ganadería en corregimiento
Pance están deteriorando los suelos.
En la entrada al perímetro urbano, el Pance reporta
aceites, grasas, fosfatos y turbiedad.
La directora del Dagma, autoridad ambiental de la
zona urbana, Martha Cecilia Landazábal, ha sostenido que la recuperación de las
cuencas es uno de los proyectos de esta Administración. El año pasado se
sembraron 500 plántulas de guadua, a la altura del parque El Embudo.
"Al Pance lo veo muy seco en parte alta",
dice la estudiante de filosofía Patricia Amaya, una de las visitantes, al
señalar un río de piedras.
"El problema es que cuando vienen los turistas
dejan basuras. No las arrojan en un depósito", señala Mauricio Patiño,
morador de la vereda El Pato, donde las aguas, por estar en los Farallones, aún
conservan su estado cristalino. "Falta que las autoridades hagan verdadera
presencia, pues ni siquiera hay letreros para que la gente tome conciencia de
no botar basura", anota quien se dedica a hacer esculturas, aprovechando
la tranquilidad del bosque.
"Venimos del oriente de Cali a una zona más
arriba de La Vorágine, a donde casi no hay visitantes. Nosotros sí recogemos la
basura", dice Patricia Villareal, acompañada por sus cuatro hijos con
edades entre 10 y 20 años.
"Pero al Pance lo que lo aqueja, además de que
el turismo debe ser más controlado, es la deforestación", interpela Misael
Reyes, campesino de 72 años que habita en El Pato.
El Cauca, 74 toneladas de contaminantes en 17
kilómetros
El río, que nace en el Macizo Colombiano y llega
contaminado al Valle, surte a más de media ciudad.
La minería y las aguas residuales han golpeado al río
Cauca cuando entra al Valle desde territorio caucano. Entonces, Cali le inyecta
contaminantes en cada paso de sus 17 kilómetros de longitud.
Mientras el río abastece las plantas de tratamiento
Puerto Mallarino y Río Cauca, que sirven a 1'700.000 caleños, la ciudad le
aplica a cambio, según la Personería, el depósito de 74 toneladas de desechos
cada 24 horas.
Una parte de esos contaminantes llegan a través del
Canal CVC Sur, en el que se recogen los restos de los ríos Meléndez y
Cañaveralejo; también los restos del Lili y el Pance, en el mismo sur; y del
Cali y Aguacatal, en el norte.
El río pasa pegado al costado oriental de la ciudad,
donde hace más de 30 años levantaron el jarillón, una barrera de tierra para
frenar las inundaciones y que se convirtió en la vivienda de más de 13.000
personas. Es así que el municipio y las Empresas Municipales de Cali (Emcali)
llevan por lo menos 15 años evaluando estudios sin resultado alguno sobre qué
otras alternativas de abastecimiento existen porque el Cauca ya no es
suficiente.
De allí, como lo señala Emcali, desde el 2000 se han
presentado entre 300 y 500 paradas de las plantas Puerto Mallarino y Río Cauca
por problemas de turbiedad.
“Esta fuente a su paso por Cali presenta una alta
contaminación por materia orgánica, sólidos y presencia de sustancias tóxicas,
incluyendo altas concentraciones de compuestos fenólicos –compuestos químicos–
y algunos metales pesados”, así lo indica la Personería al basarse en reportes
de Emcali y la Universidad del Valle.
Habitantes desde el corregimiento Navarro, en el
extremo inferior del recorrido del río hasta el barrio Floralia, en la otra
punta del nororiente de Cali, reconocen que el Cauca fue un eje de desarrollo
urbano y de ellos mismos porque muchos levantaron sus viviendas y otros,
parcelas con animales, entre caballos, reses y hasta marranos en la cara húmeda
del dique.
Hubo feria de orillas hasta con escrituras, con el
guiño de viejas administraciones que no previeron los daños que hoy están
'pasándole factura' a la ciudad. A lo largo de 17 kilómetros cientos de casas
le arrojan sus descargas. Hoy se hace necesaria la ampliación del
alcantarillado, pero sobre todo la recuperación del jarillón, que no fue hecho
para construir casas.
El río ya no es ni la sombra de lo que fue a
comienzos del siglo XX, cuando Cali estaba en un despertar a un crecimiento
desmedido, dice Rogelio Garcés, uno de los moradores de Juanchito, cuyos
abuelos le contaban que en esos primeros años de 1900, los caleños veían la
locomotora a todo vapor y se ensordecían cuando la máquina de hierro cruzaba un
puente sobre el río Cali, al tiempo que el río Cauca empujaba más el desarrollo
citadino, como el corredor de toda clase de mercancías y pasajeros. Muchos de
ellos solían desembarcar en el hoy Paso del Comercio y en inmediaciones al
puente Carlos Holguín, de Juanchito, que en esa época era un puerto.
"Yo llevo viviendo más de 40 años. He tenido
marraneras y trabajamos la tierra. Pero antes nos iba mejor", comenta una
campesina de Navarro, con el río Cauca a espaldas de su casa de cemento.
Hay otro enemigo del Cauca, además de la
contaminación por aguas residuales, basuras y hasta por los muertos que han
sido arrojados al caudal, en la época del narcotráfico y hoy por grupos
delincuenciales y bandas criminales que se disputan un territorio para
comercializar droga, usando el mismo río.
Según la Personería y la Contraloría General de la
República, ese enemigo son los lixiviados de Navarro, un basurero a cielo
abierto que fue cerrado el 25 de junio de 2008. Estos desechos altamente
tóxicos, que salen de la acumulación de basuras, han ocupado ocho lagunas en el
viejo vertedero y están allí, siendo drenados en silencio y por las entrañas de
las hoy gigantescas montañas empradizadas del basurero. Desde hace ocho se
proyecta una planta de tratamiento para aliviar ese mal.
Además, hay presencia de metales. De ello ya son
conscientes la misma población y las autoridades, pues hace nueve años, el
grupo de investigadores de Epidemiología y Salud Poblacional de la Escuela de
Salud Pública de la Universidad del Valle evaluó el impacto del botadero de
Navarro en la salud, en sus costos y en el ambiente físico y social. En ese
entonces, "los análisis de las muestras de agua colectadas en los pozos de
monitoreo del basuro de Navarro mostraron la presencia de cadmio".
Y hace tres años, la Universidad Javeriana dio otra
voz de alerta por causa de la actividad minera, porque se volvió en depósito de
basuras y de residuos industriales.
"Empresas han regado sus desechos", dice
Miguel Castillo, uno de los moradores del barrio Alfonso López, a pocos metros
del río que conserva el color café lechoso desde que baña Navarro.
Cuando el río sigue se encamina a Yumbo lo esperan
negocios, bodegas de reciclaje, escombreras y explotaciones de arena.
En ese punto, el Cauca no tiene nada de aliento,
aunque aún le queda un buen trecho para cruzar cuatro departamentos hasta
Bolívar, en la costa Atlántica.
Al río Cali lo ahogan contaminantes
Desde los Farallones, el río Cali baja entre las
amenazas de la minería, la deforestación y aguas residuales. Cuando entra a la
ciudad ya se está 'ahogando' por la excesiva carga de contaminantes.
Y aunque ha sido una situación denunciada por
organismos de control y las administraciones presentan propuestas para
recuperarlo que no han pasado de simples planteamientos, el río tutelar, que
surte a medio millón de personas, no ha podido ser reanimado.
El índice de calidad de agua, después de que nace
cristalino en El Alto del Buey, se detecta con niveles aceptables al tocar el
casco urbano, pero luego se va deteriorando en unos 50 kilómetros desde el
oeste hasta llegar sin aliento al nororiente caleño.
El Departamento
Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) advierte que en ese paso
aumenta el depósito de sólidos suspendidos totales. Mientras estas cargas en la
entrada a la capital vallecaucana registran un promedio de 4 miligramos por
litro, en la desembocadura al unirse con el río
Cauca se multiplican por seis. Las acompañan la
presencia de metales como cadmio, plomo, níquel y cromo que el Dagma también ha
detectado.
Sin embargo, la entidad aclara que "la
concentración de cadmio y plomo están cumpliendo con el límite de la norma
comparada (criterio de calidad admisible para la destinación del recurso humano
y doméstico donde se requiere tratamiento convencional)".
Las Empresas Municipales de Cali (Emcali) prueban que
no hay riesgos para el consumo humano, a pesar de que el río Cali recoge a su
paso las descargas de los corregimientos Felidia y Pichindé y de una actividad
minera en El Alto del Buey, de la vereda Peñas Blancas, que mantiene las
alarmas de las autoridades de Parques Nacionales Naturales, encargada de los
Farallones.
La Contraloría General de la República el año pasado
lanzó un llamado de alerta por la presunta presencia de cianuro que, en medio
de dudas de ambientalistas, fue disipada por la Corporación Autónoma Regional
del Valle (Cvc), tras un monitoreo.
Pero como lo recalca Jaime Alberto Celis, jefe del
área protegida del parque Los Farallones, no cesa la fiebre por el oro en los
socavones, como la mina de El Socorro, en Peñas Blancas, a pesar de que en mayo
de 2011 la Alcaldía cerró por lo menos 80 bocaminas allí. "Los mineros no
son de por acá. Vienen de otros lados a dañar la cuenca y el río. Ellos son los
causantes de un daño ambiental gigantesco", dicen en el campo.
Sin embargo en esos altos el río se conserva
cristalino gracias a salvaguardas de la misma comunidad en la reserva natural.
"Nosotros llegamos mucho antes de que esto fuera declarado zona de Parques
y de Los Farallones", comenta uno de los protectores. Es Ignacio Bermúdez,
de 82 años, acompañado por un viejo perro, que les pide a los visitantes que no
arrojen basuras.
Según el Dagma el río es tan importante para el
municipio que, con recursos del Fondo Nacional de Regalías, se desarrolló el
proyecto 'Recuperación ambiental de las márgenes del río Cali entre los
sectores Entre Ríos y la calle 8 del municipio de Santiago de Cali', por valor
de 745 millones de pesos.
El río, que nace de la confluencia de los ríos
Pichindé y Felidia a 1.300 metros de altura sobre el nivel del mar, sigue
bajando con fuerza hasta que en Pilas del Cabuyal hay quienes lo ven como una
fuente turística. No obstante, algunos vecinos de esta vereda del corregimiento
Los Andes expresaron que hace falta un alcantarillado y que la población
también tome conciencia de no utilizar zonas para lavar carros.
Para evitar que caigan aguas residuales al cauce del
río tutelar que, además, recibe a un río Aguacatal que baja por el oeste
convertido en un caño y afectado por la explotación de piedra caliza, carbón y
de otros minerales.
El personero Andrés Santamaría mantiene el SOS por
las actividades de ganadería desde Los Farallones y coincide con Parques
Nacionales en que la minería se ha convertido en un dolor de cabeza.
Con un caudal reducido, el río baja por el Zoológico
de la ciudad a recibir más descargas y canales de aguas servidas. Ya en ese
paso hay basuras y plásticos flotando. Algunos habitantes de calle se arriesgan
a bañarse, pese a la alta contaminación que avanza por un caudal reducido en la
zona residencial Entre Ríos y que se vuelve de color castaño y gris a la altura
del hotel Intercontinental. Pero allí hay pájaros de picos rojos y plumajes
negros que se asoman como un rastro de vida que le queda al río agónico, a
pocos metros de la Torre más alta de esta capital, entre la maleza de las
riberas inclinadas en la carrera 2 con calle 21.
Después el cauce se pierde entre el pavimento hasta
que aparece debajo del puente de la calle 26 por las antiguas bodegas del
Ferrocarril. Allí se observan los efectos de las acciones de personas que
solían lavar carros con el agua turbia del río que sigue su curso por la zona
del parque de El Avión, donde pululan las basuras y las aguas servidas de
asentamientos subnormales sobre el margen de protección de los 30 metros. Esas
aguas y más desechos siguen en inmediaciones del barrio La Isla por la avenida
2N con calle 52.
"Se concluye, pues, que el río presenta una
calidad típica de agua residual doméstica no tratada de concentración media, lo
anterior, sin considerar las trazas de metales que no pudieron ser determinadas
por problemas técnicos con el equipo de espectrofotometría de absorción
atómica", sentencia un informe del Dagma.
A medida que el cauce se acerca al río Cauca aumenta
el olor fétido como la señal de que su final está cerca. El Cali, completamente
oscuro, llega a la desembocadura en Floralia, norte local, mientras bodegas de
reciclaje y otros negocios sobre el jarillón depositan desechos para darle la
estocada final a las aguas que atravesaron una ciudad que se quedó en los
sueños del poeta Eduardo Carranza
Los malos tratos al
Cañaveralejo
El río, con el más bajo caudal de los siete cauces de
Cali, baja sin vida a la ciudad. No ha podido recuperarse y hoy se confunde con
un canal más de aguas residuales.
Ni las plegarias a una estatua pequeña de la Virgen
de Guadalupe, que se levanta en la orilla del río Cañaveralejo, sirven para que
el cauce turbio y maloliente tenga el milagro de ser de nuevo ese espejo de
aguas profundas, donde vecinos de La Sirena, en la ladera de Cali, aprendieron
a nadar.
Luz Dary Pérez lo recuerda bien. "Hace 40 años yo
me tiraba desde el puente como mucha gente lo hizo", dice la hoy vendedora
de papas rellenas y empanadas al pie del río, justo en el puente que fue
testigo de los mejores momentos de su niñez y su juventud.
Allí está la imagen de la Virgen, casi imperceptible
bajo árboles frondosos que contrastan con la contaminación que ya arrastra el
Cañaveralejo.
"El río estaba alto. Llegaba a las orillas, pero
ahora…", señala la mujer con el ceño fruncido, el río que parece más un
canal de aguas servidas en esa zona de La Sirena, zona media del cauce.
"Desde más arriba, hay un sector llamado Charco
Azul porque en esa parte el río era azulito", anota doña Luz Dary.
El río baja desde los 1.800
metros de altura sobre el nivel del mar cerca a un sitio Los Farallones, en la
cordillera Occidental, con el nombre de Alto del Faro. Es tan lenta su marcha
que el Laboratorio Ambiental del Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) registra que el
caudal en el punto de su nacimiento es de apenas 0,55 metros cúbicos por
segundo y se reduce al llegar a La Sirena en 0,4 metros cúbicos por segundo.
Para la Personería, el río llega prácticamente muerto por todas las descargas
de asentamientos al lado y lado a su paso en la zona empinada de la ladera de
Cali.
"La gente le ha venido arrojando los
desperdicios y las aguas residuales; por eso, el río no es ni la sombra de lo
que era hace más de medio siglo", comenta un vecino de La Sirena. Allí,
cerca de 900 familias han depositado residuos y aguas servidas en el canal en
que se ha transformado. Tampoco se han respetado los 30 metros de protección,
pues las casas en la zona media se han construido en todo el borde con tubos de
desagües apuntando hacia las aguas, hoy oscurecidas y turbias.
Mónica Ruiz, otra habitante de La Sirena, asegura que
una veintena de viviendas en el sector dejaron de arrojar este año, aguas
residuales porque las Empresas Municipales de Cali (Emcali) instaló tuberías.
"El río representa una fuente primordial de
abastecimiento para el corregimiento La Buitrera, utilizado para el riego de
cultivos y recreación. Los principales impactos que presenta la cuenca están
asociados con los problemas de erosión, deforestación, descargas de aguas
residuales y residuos sólidos y vertimientos de aguas de caparrosa provenientes
de la explotación de carbón en las minas del Rosario, La Buitrera y
otras", dice la Personería.
"Con la actividad minera producen graves cambios
en el balance de agua por los procesos de infiltración y escorrentía...Se hace
necesario prevenir los posibles impactos generados por el sector minero,
ejecutando estrategias de erradicación de la explotación ilegal, al igual que
el seguimiento y control por parte de la Corporación Autónoma Regional del
Medio Ambiente (Cvc), de los compromisos ambientales establecidos en los planes
de Manejo Ambiental de las existentes con permisos de explotación artesanal e
industrial", anota el documento.
Este panorama contrasta con un área de bosque húmedo
y seco que rodea al colegio Ideas, en inmediaciones a uno de los puentes por
donde el Cañaveralejo ronda el canal a poca velocidad. Esa es una institución
dedicada a la recuperación del medio ambiente y su entorno en la cuenca del río
Cañaveralejo, tarea que están llevando a cabo con la comunidad de La Sirena.
Esta iniciativa también tiene el apoyo de la Cvc y el
Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma).
"El concepto de
formación en nuestra aldea (colegio) está determinado por el universo de la
conciencia ecológica, sustentado por la sensibilización", comenta Jahuira, el promotor de esta modalidad de educación.
Para este docente, que transformó una hacienda desbaratada junto al río
Cañaveralejo en centro educativo, su sobrenombre define todo porque 'Jahuira'
significa río en la lengua aimará".
La iniciativa ha tenido tanto eco, con la
participación de por lo menos 46 instituciones educativas, a las cuales se ha
sumado más de una docena de entidades públicas y privadas.
Es así que estudiantes de esta 'tribu', como se
autodenominan en el colegio, están inmersos en el proceso de rescatar el
Cañaveralejo.
"Me gustan mucho las experiencias que he tenido
y cómo interfiere en mi vida la naturaleza", dice uno de los chicos que
hoy tiene 18 años y que empezó en esta tarea una década atrás.
Pero para la Personería, la Alcaldía debe gestionar
proyectos de un verdadero salvamento, pues reporta que en la misma Sirena, en
la cuenca media del Cañaveralejo, la minería que viene de la zona alta, la
deforestación y la ganadería agravan el panorama. Las ocupaciones en las
riberas y áreas de protección terminan por rematar al río mucho antes de que
atraviese Cali a lo largo de nueve kilómetros, del occidente al suroriente,
confundiéndose después de bordear la Plaza de Toros Cañaveralejo y pasar por debajo
de calles pavimentadas con un canal más de aguas residuales.
"La gente lo confunde con un caño", dice
Ximena Guzmán, una habitante del barrio Tequendama.
Y así, silencioso, con un caudal más reducido a lo
largo de una canal construido en cemento, el Cañaveralejo avanza para llegar
completamente muerto como aguas servidas al canal colector Sur que también ha
recibido a los agónicos Lili y Meléndez. Su final es encontrarse con un gigante
convertido en cloaca: el río Cauca.
Al Lili lo confunden con un caño
Primero fueron las minas de carbón, luego las
basuras; después las aguas se tornaron amarillas, la muerte del río Lili ha
sido lenta, irremediable.
"No es un río, es un caño que baja del
Meléndez", atina a decir Román de Jesús Díaz Llanos, presidente de la
Junta de Acción Comunal del sector de Meléndez. Para los vecinos del barrio ha
sido una tragedia en lo que se ha convertido uno de los ríos, el más pequeño en
extensión, de los siete que bañan a Cali.
Alrededor de 30 fuentes hídricas a lo largo de cinco
de sus 20 kilómetros de cauce se han contabilizado en la microcuenca, donde
nace cristalino en el Alto del Otoño, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, y
termina con sus aguas amarillentas a su desembocadura, en el agite del sur de
la ciudad.
En su paso por la zona rural, desde su nacimiento,
donde una delgada cascada empieza a recorrer para llenar de vida este afluente,
es su nefasto contacto con la ciudadanía lo que consigue que este río se quede
sumergido en algo que a la comunidad se le parece más a un caño de aguas
residuales.
Tal vez, la ciudadanía lo asemeja a un caño por su
fuerte olor, además de un color café que, ya que el Lili recibe las descargas
de aguas negras de varios sectores del sur de la ciudad.
Diego Bolaños, coordinador de operaciones de las
Empresas Municipales de Cali (Emcali), afirma que "hay al menos 900
conexiones erradas, que han sido instaladas sin supervisión de Emcali, que
depositan aguas residuales directamente al río".
El Departamento Administrativo de Gestión Ambiental
(Dagma) señala que uno de los principales problemas del Lili son los efectos
por la contaminación, generada por la explotación de minas de carbón e
irregulares prácticas artesanales en la zona rural del Municipio. Esa
explotación del mineral provoca vertimientos de aguas ácidas al río Lili, en un
trayecto previo a su ingreso a la zona urbana.
"La población no puede seguir contaminando
ninguno de los seis ríos de la zona rural de la ciudad ni el Cauca que bordea a
Cali por el costado oriental, hay que tener conciencia", dijo la directora
de la entidad, Martha Landazábal.
La Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca
(CVC) y el Gobierno Municipal han cerrado muchas de las minas del sector, desde
el 2010, y se han sembrado 40 hectáreas de bosque para reforestar y disminuir
el daño, a pesar de cualquier esfuerzo, vecinos de esta fuente de agua dulce,
aseguran que el río tendrá las consecuencias de la minería por varios años.
Vecinos del barrio Ciudad Jardín aseguran que el
abandono del Estado es la principal causa de lo que hoy sufre el Lili, "es
un problema de conexiones cruzadas en los condominios. La gente construye o
remodela sus viviendas y, por error, conecta las tuberías de aguas lluvias a
sistemas de alcantarillado. Todo esto va a parar al río", asegura uno de
los vecinos, que culpa a Emcali de no revisar a tiempo este tipo de redes.
Mientras el río sigue su cauce, el agua recorre
enferma hasta alimentar al río Meléndez, donde lleva un recorrido de cinco
kilómetros con todo tipo de ataques, de ataques, lo que produce la pestilencia que se
puede sentir desde las aulas de clase de una universidad privada.
Pecados en el Aguacatal
A 1.800 metros sobre el nivel del mar, cuando nace
como una quebrada del corregimiento La Elvira, al oeste de Cali, el Aguacatal
es una mezcla de aire fresco y agua.
Ese pequeño paraíso de clima templado, rodeado de
verde selva, con pequeños matices anaranjados gracias a las flores que nacen en
ese corazón de la zona, le da la bienvenida al nacimiento del río Aguacatal,
uno de los siete ríos que bañan a Cali. Pero en la medida que se acerca a la
ciudad pierde su pureza.
Entre la niebla que une lo alto de la montaña con la
inmensidad del cielo nacen las 120 quebradas, según datos de la Corporación
Autónoma del Valle (CVC) , que dan vida a este imponente río que cae en la
polución de invasiones, fincas y casas.
Hernando Muñoz Giraldo llegó proveniente de Antioquia
hace 20 años, en La Elvira encontró el lugar para vivir, ya que el sonido del
río, que pasa a unos 15 metros de su casa, tranquiliza a los perros, las
gallinas y los cuyes que cría. "Si usted toma muestras aquí, en esta zona,
va a ver que el agua es limpia, pura, aunque la comunidad le haga daño",
comenta Muñoz, quien también es presidente de la Junta de Acción Comunal de la
cabecera compuesta por 5.000 habitantes, que habitan en 4 veredas.
Desde el descuido de algunos habitantes de la zona,
este paisaje pierde su glamour por los desechos provenientes de casas y fincas
del lugar, ya que los canales de las casas van a caer a las quebradas que
alimentan al Aguacatal.
"Tenemos muchas casas aledañas a las vertientes
de las aguas donde usted puede encontrar aguas grises y contaminadas. La Elvira
no tiene acueducto ni alcantarillado, hay muchas alternativas que la comunidad
y el mismo Estado pueden tomar para salvar el río, pero a nadie parece
importarle", asegura Muñoz Giraldo.
En muchas oportunidades la comunidad se ha tenido que
enfrentar con sus propios vecinos por la tala indiscriminada que se presenta en
la zona. "Hace poco talaron árboles de Otobo para sacar madera, eso es
pecado porque son árboles de cien años. Cuando tratamos de evitarlo, lo que
hicimos fue echarnos enemigos", confesó Gerardo Grajales, habitante del
sector.
De acuerdo con Hernando Gómez, presidente de
Acuaelvira, en trabajo conjunto con la CVC se consiguió que la inversión en el
tema del cercado de 18 kilómetros que busca proteger al río fuera efectiva,
aunque muchos habitantes se quejen de la presencia, casi nula, de los
funcionarios de la entidad. "Esos pasan en una moto con chalecos, pero
nadie los ve bajarse ni untarse de nada", comenta Grajales.
"Se ha contribuido con 15 metros de cerco para
que la comunidad trabaje de la mano con la CVC y así conseguir que se pueda
proteger el río, aunque haga falta un poco más de conciencia para cuidar la
cuenca del río", explicó Guillermo Parra, ingeniero de la CVC.
Poco a poco, el desagüe de muchos locales comerciales
del kilómetro 18 se ha convertido en el segundo problema que contamina al
Aguacatal, dueños de los negocios del turístico sector dejan que sus residuos
vayan a dar al río, además de las personas que visitan el lugar.
"Falta conciencia ambiental por parte de los
visitantes. Todos son bienvenidos, pero las personas tienen que ser conscientes
de que las basuras que botan por acá son llevadas por las lluvias al Aguacatal
y por ende al río Cali", dijo Fernelly Hoyos, presidente de la JAC de esta
zona.
"En la zona tenemos colectores de basura, es una
iniciativa que asumimos desde el Departamento pero es necesario que la gente
también ponga de su parte y tome conciencia. Civismo es lo que se necesita
desde la zona rural hasta la urbana", dijo la directora del Departamento
Administrativo de Gestión Ambiental, Martha Landazábal.
A través de su paso por el kilómetro 18, en su
llegada a Cali, una de las principales razones por las que el río es
contaminado se debe a las invasiones que han llegado al sector de Terrón
Colorado y Altos del Aguacatal.
Por un momento, el agua pasa por un proceso durante
el cual su tono cristalino cambia por un gris plateado y el olor a jabón y la
fetidez se concentran de tal forma que se vuelve imposible continuar con su
curso hasta que se encuentra con el río Cali, en el sector de Normandía.
Entidades ambientales calculan que en esta parte el
Aguacatal puede tener más de 20 invasiones que vierten sus aguas a varias
quebradas y al propio río. "En la parte de atrás de mi casa hay unos tres
asentamientos que han abierto huecos para que sus desechos vayan al río, esa
gente se pone en ese plan porque muchos ni son de Cali", asegura Farney
Molina, habitante, desde hace 37 años, del sector de Altos del Aguacatal.
Desde el año 2012 se adelanta un proceso entre el
Dagma y la CVC para la recuperación de los siete ríos que bañan la ciudad,
pero, según Landazábal "es imposible cuando la gente sigue contaminando el
río". Estos trabajos, que tienen un presupuesto de 2.000 millones de
pesos, se adelantan de manera paulatina, pero con el fin de preservar vivas las
cuencas de los ríos.
De acuerdo con Planeación Municipal, hay detectadas
13 familias que se trasladan entre los asentamientos de todo la zona de ladera
de la comuna 1, en el oeste de Cali. Aunque los niveles de contaminación por
parte de los asentamientos son altas, no solo es culpa de los habitantes de
esta zona, sino de todos los caleños que viven o han transitado en las
cercanías del Aguacatal.
Desde su nacimiento hasta su llegada a Cali, el
Aguacatal sufre una transformación en color, olor y fuerza, desafortunadamente
la llegada a la ciudad y su contacto con la gente le es tan dañina que hoy
sufre los estragos de años y generaciones, las cuales aún no parecen comprender
la vida que nace en la montaña y que Cali recibe, casi moribunda.
Río Meléndez de mariposas a gallinazos
Las hay de colores amarillo, azul y naranja. Son
decenas de mariposas que combinan fácilmente con el entorno. Parecieran que
bailaran por el festejo de una unión de esas dos quebradas que dan vida al río
Meléndez, en el corregimiento Villa Carmelo. El correr de esas aguas les da
ritmo al baile de los lepidópteros.
Del norte llega la quebrada La Cristalina y del sur
la Candelaria. Se dan cita en la finca La Alemana, donde vive Jhon Harold
Zarate, de 20 años. “Las mariposas son señal de agua pura, aquí vienen mucho
para estar entre la flores”, dice.
También se ven pájaros como el gallito de roca,
garrapatero y torcazas. Otros, como los zorros y el oso hormiguero merodean el
río. Peros estos animales se alejan de las aguas, cuando estas se encuentran
con el hombre.
No han pasados tres kilómetros desde el nacimiento y
en La Fonda es el primer punto de contaminación. En la ribera se ven vasos
plásticos, bolsas, zapatos y prendas que dejan los visitantes. Objetos que
parecieran multiplicarse un fin de semana.
María Eugenia Ojeda es la presidente de la Junta de
Acción Comunal del corregimiento El Minuto, ella diariamente sale a recorrer el
río y devolverle esa pureza. “Da tristeza saber que no le dan la importancia.
No lo cuidan y quizá en un futuro nos haga falta”, dice.
Las mariposas aún vuelan. Se concentran en la cascada
de El Duende, otra quebrada que nutre al Meléndez. Al continuar su recorrido
hacia Cali, el río es rodeado por la maleza, como si se quisiera proteger de la
contaminación.
Pero no lo puede hacer de la bocatoma de La Reforma.
Allí su caudal se reduce en un 44 por ciento, dice Liliana Fernández,
secretaria de la Junta Administradora Local, para llevar agua a Meléndez, Alto
Jordán, Polvorines, Nápoles, Altos de Santa Elena y Siloé.
Débil, el río sufre su mayor golpe. Las aguas
residuales de Las Palmas, La Choclona y La Buitrera se vierten en el Meléndez.
Desperdicios de marraneras, residuos de jabón y contaminantes le cambian el
color, de un transparente puro, a un gris sin vida.
José Vallejo, líder ambiental de La Choclona,
confiesa que "es triste, pero no hay otra alternativa. Las entidades no
quieren hacernos acueductos, dicen que sería un proyecto muy caro para las más
de 160 viviendas que hay aquí”. Del Meléndez rodeado de mariposas ya no hay
nada. Un hedor se apodera lentamente de las aguas.
Sin movimiento, como agua estancada y olvidada entra
a la calle Quinta con carrera 96, en el sector La Playa. Sigue por el barrio El
Ingenio, donde su cauce es tan reducido y su color es tan oscuro que no pocos
lo comparan con un canal de aguas residuales.
Al llegar al barrio El Caney, en el sur de Cali, pasa
desapercibido. Alejado de la comunidad continúa su rumbo hacia su triste final.
Hasta el Jarillón de la carrera 50 llega el Meléndez.
Varias aves de rapiña lo acompañan. En el barrio Llano Verde lo conocen como un
caño, pues así lo han Las hay de colores amarillo, azul y naranja. Son
decenas de mariposas que combinan fácilmente con el entorno. Parecieran que
bailaran por el festejo de una unión de esas dos quebradas que dan vida al río
Meléndez, en el corregimiento Villa Carmelo. El correr de esas aguas les da
ritmo al baile de los lepidópteros.
Del norte llega la quebrada La Cristalina y del sur
la Candelaria. Se dan cita en la finca La Alemana, donde vive Jhon Harold
Zarate, de 20 años. “Las mariposas son señal de agua pura, aquí vienen mucho
para estar entre la flores”, dice.
También se ven pájaros como el gallito de roca,
garrapatero y torcazas. Otros, como los zorros y el oso hormiguero merodean el
río. Peros estos animales se alejan de las aguas, cuando estas se encuentran
con el hombre.
No han pasados tres kilómetros desde el nacimiento y
en La Fonda es el primer punto de contaminación. En la ribera se ven vasos
plásticos, bolsas, zapatos y prendas que dejan los visitantes. Objetos que
parecieran multiplicarse un fin de semana.
María Eugenia Ojeda es la presidente de la Junta de
Acción Comunal del corregimiento El Minuto, ella diariamente sale a recorrer el
río y devolverle esa pureza. “Da tristeza saber que no le dan la importancia.
No lo cuidan y quizá en un futuro nos haga falta”, dice.
Las mariposas aún vuelan. Se concentran en la cascada
de El Duende, otra quebrada que nutre al Meléndez. Al continuar su recorrido
hacia Cali, el río es rodeado por la maleza, como si se quisiera proteger de la
contaminación.
Pero no lo puede hacer de la bocatoma de La Reforma.
Allí su caudal se reduce en un 44 por ciento, dice Liliana Fernández,
secretaria de la Junta Administradora Local, para llevar agua a Meléndez, Alto
Jordán, Polvorines, Nápoles, Altos de Santa Elena y Siloé.
Débil, el río sufre su mayor golpe. Las aguas
residuales de Las Palmas, La Choclona y La Buitrera se vierten en el Meléndez.
Desperdicios de marraneras, residuos de jabón y contaminantes le cambian el
color, de un transparente puro, a un gris sin vida.
José Vallejo, líder ambiental de La Choclona,
confiesa que "es triste, pero no hay otra alternativa. Las entidades no
quieren hacernos acueductos, dicen que sería un proyecto muy caro para las más
de 160 viviendas que hay aquí”. Del Meléndez rodeado de mariposas ya no hay
nada. Un hedor se apodera lentamente de las aguas.
Sin movimiento, como agua estancada y olvidada entra
a la calle Quinta con carrera 96, en el sector La Playa. Sigue por el barrio El
Ingenio, donde su cauce es tan reducido y su color es tan oscuro que no pocos
lo comparan con un canal de aguas residuales.
Al llegar al barrio El Caney, en el sur de Cali, pasa
desapercibido. Alejado de la comunidad continúa su rumbo hacia su triste final.
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EN
VIDEO: EL SIGILOSO LADRÓN QUE GATEANDO SE LLEVÓ CIENTOS DE TANGAS
La grabación muestra a un hombre que sigilosamente se
arrastra entre los pasillos de un negocio de venta de ropa en Bogotá para robar
mercancía del sitio.
Empleados del negocio señalaron a Citynoticias que el
hombre conocería el sistema de seguridad del local por la forma en que intentó
evadir que se activaran las alarmas de seguridad, las cuales contaban con
sensores de movimiento.
“(El delincuente) conoce el sistema de monitoreo el
sistema de alarmas porque la persona que se ve en el video lo hace arrastrado”,
señala Juan Rugeles, director del negocio.
El ladrón logró robar ropa interior femenina, faldas
y blusas. De acuerdo con los primeros reportes, las pérdidas por el robo
ascenderían a los $ 34 millones.
El hecho se presentó minutos después de que los
empleados cerraran el establecimiento.
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Espero que hayan disfrutado de su Contenido, hasta pronto…
La información e imágenes publicadas en esta revista están extractadas de la Internet, principalmente de Google, EL COLOMBIANO, El Barquero de EJE 21, EL TIEMPO, EL ESPECTADOR, EL CAMPANARIO, LA BARCA DE CALDERÓN, EL OBSERVATORE ROMANO, de la página no censurada de JUAN GUERRA, CLARIN desde Argentina, EL UNIVERSO desde Ecuador, EL INFORMADOR desde Santa Marta, PORTAFOLIO, Juan Gossaín, DINERO, DIARIO DE AMÉRICA, PERIODISMO SIN FRONTERAS. MINUTO 30 y demás prensa lo mismo que los correos que llegan vía email. Si hay algún error o queja, se pueden contactar con nosotros en: avizor2012@gamil.com. Además, los artículos y opiniones que se publican en cada edición, es de responsabilidad exclusiva de cada articulista y en ninguna forma comprometen el pensamiento editorial del Director de OJO AVIZOR. QUEREMOS PRECISAR QUE, NOSOTROS NO PLAGIAMOS Y LO ÚNICO QUE HACEMOS CON TODO RESPETO, ES REPRODUCIR LOS COMENTARIOS U ARTÍCULOS QUE POR SU INTERÉS AMERITE QUE SEAN RESALTADOS EN NUESTRA REVISTA, RECONOCIENDO QUIEN ES EL AUTOR DEL MISMO.
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