jueves, 14 de agosto de 2014

NÚMERO 286  AGOSTO 14 DE  2014  (JUEVES)   

Director
Bernardo A. Rendon  Restrepo
bernal.rendon@hotmail.com
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero 

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Galardonados con la

1ª entrega de los premios
ANTURO

 








APLAUSOS PARA EL SEÑOR QUE ESCRIBIÓ ESTO
Luis Fernando Veríssimo, escritor brasileño (Porto Alegre, Rio Grande do Sul, 26 de Septiembre de 1936)

Aplausos para el señor que escribió esto
El irrespeto por la naturaleza ha afectado la supervivencia de varios seres, y entre los más amenazados está la hembra de la especie humana.

Tengo apenas un ejemplar en casa, que mantengo con mucho celo y dedicación, pero en verdad creo que es ella la que me mantiene.
Por lo tanto, por una cuestión de auto-supervivencia, lanzo la campaña “Salvemos a las mujeres”.

Tomen de acá mis pocos conocimientos sobre la fisiología de la feminidad, con el fin de que preservemos los raros y preciosos ejemplares que todavía quedan:

1. Hábitat:
La mujer no puede vivir en cautiverio. Si está enjaulada, huirá o morirá por dentro. No hay cadenas que las aten y las que se someten a la jaula pierden su DNA. Usted jamás tendrá la posesión sobre una mujer; lo que la va a atar a usted es una línea frágil que necesita ser reforzada diariamente.

2. Alimentación correcta:
Nadie vive de la brisa. Mujer vive de cariño. Dele en abundancia. Es cosa de hombre, y si ella no lo recibe de usted, lo buscará en otro. Besos matinales y un “yo te amo” al desayuno las mantienen bellas y perfumadas durante todo el día.

 Un abrazo diario es como el agua para los helechos. No la deje deshidratarse. Por lo menos una vez al mes es necesario, si no obligatorio, servirle un plato especial.


3. F l o r e s:
También hacen parte del menú. Mujer que no recibe flores se marchita rápidamente y adquiere rasgos masculinos como la brusquedad y el trato áspero.

4. Respete la naturaleza:
¿No soporta la TPM (tensión pre-menstrual)? Cásese con un hombre. Las mujeres menstrúan, lloran por cualquier cosa, les gusta hablar de cómo les fue en el día, de discutir sobre la relación. Si quiere vivir con una mujer, prepárese para eso.

5. No restrinja su vanidad:
Es propio de la mujer hidratar las mechas, pintarse las uñas, echarse labial, estar todo un día en el salón de belleza, coleccionar aretes, comprarse muchos zapatos, pasar horas escogiendo ropas en un centro comercial. Comprenda todo esto y apóyela.

6. El cerebro femenino no es un mito
Por inseguridad, la mayoría de los hombres prefiere no creer en la existencia del cerebro femenino. Por ello, buscan aquellas que fingen no tenerlo (y algunas realmente lo jubilaron). Entonces, aguante: mujer sin cerebro no es mujer, sino un simple objeto decorativo. Si usted está cansado de coleccionar estatuillas, intente relacionarse con una mujer.

Algunas le mostrarán que tienen más materia gris que usted. No les huya, aprenda con ellas y crezca. Y no se preocupe; al contrario de lo que ocurre con los hombres, la inteligencia no funciona como repelente para las mujeres.

7. No haga sombra sobre ella...
Si usted quiere ser un gran hombre tenga una mujer a su lado, nunca atrás. De esa forma, cuando ella brille, usted se bronceará. Sin embargo, si ella está atrás, usted llevará una patada en el trasero.

8. Acepte:
Mujeres también tienen luz propia y no dependen de nosotros para brillar. El hombre sabio alimenta los potenciales de su compañera y los utiliza para motivar los propios. Él sabe que, preservando y cultivando la mujer, él estará salvándose a si mismo.

Mi amigo, si usted piensa que la mujer es demasiado costosa, vuélvase GAY.
¡Sólo tiene mujer quien puede!
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LOS POSOS DE SANTOS

Pensar que a estas alturas del paseo, después de los cinco billones que La Guajira ha recibido de las regalías del carbón, gas y sal, tienen que mendigar unos carrotanques.

María Isabel Rueda

Si yo fuera Santos, me daría pena viajar a La Guajira para anunciar unos pinches pozos. Cuatro años después, lo que tiene para mostrar son unos pocos pozos que inauguró Iragorri con parafernalia y muchas promesas huecas. Dicen que son 3.000 los niños muertos de hambre. En otros parajes habría bastado para tumbar un gobierno o, al menos, un ministro. Aquí sirve para que los políticos saquen pecho con limosnas de última hora.
Por cierto, eché en falta en su discurso a los guajiros un elogio al senador de sus entrañas, Musa Besaile, al que otorgó más cupos indicativos que a nadie (dineros que deberían ir a obras y acaban evaporados). El cordobés obtuvo un buen caudal de votos en La Guajira y al Presidente le pareció estupendo. No se me borra la imagen de un Santos eufórico celebrando el triunfo de ‘la U’ en las legislativas de marzo.
Tampoco iría si yo fuese Vargas Lleras. Aunque se haga el de la vista gorda, el gobernador anterior era de su partido, así que le cabe responsabilidad como al resto.
Y qué decir de las autoridades de Uribia, pasadas y presentes. No sé cómo logran conciliar el sueño. Han recibido más regalías que nadie y han devuelto a sus conciudadanos miseria a raudales.
Cada vez que voy a Uribia me muero de la vergüenza y la rabia. Vergüenza de pensar que muchos extranjeros pasarán por el pueblo camino del Cabo de la Vela y serán recibidos por una alfombra de basura que adorna sus entradas. Y rabia al observar las huellas de la corrupción en cada esquina.
¿Y qué decir de los líderes wayús? ¿Acaso pueden evadir su culpa? La primera vez que estuve en una ranchería, hace ya 11 o 12 años, se me cayó el alma a los pies. Había escuchado tantas maravillas en las burbujas bogotanas sobre ellas, que creía que encontraría unos ranchos bucólicos, tradicionales, donde uno podía disfrutar los atardeceres en esas tierras desérticas.
Lo que hallé fueron niños desnutridos de caras tristes, falta de higiene absoluta y miseria comparable a la que vi en países paupérrimos africanos como Burkina Fasso. En los años sucesivos que he vuelto no he visto el menor cambio.
A mí que me expliquen los jefes wayús una cosa sencilla: si hay tanta hambruna, ¿por qué solo hospitalizan y mueren niños? ¿No estará pasando como lo que he denunciado que ocurre entre algunos emberas del Chocó, que la comida que mandan para los pequeños terminan en el estómago de los grandes?
Pensar que a estas alturas del paseo, después de los cinco billones que La Guajira ha recibido de las regalías del carbón, gas y sal, tienen que mendigar unos carrotanques. Díganme si no es para meterlos a todos presos, gobiernos local, regional y nacional, por pecado de omisión en la muerte de los infantes.
Tienen suerte de que unos miles de niños wayús valgan menos que diez o veinte mil chigüiros. Entonces hablaron, así fuera a media voz, de exigir alguna renuncia ministerial. Ahora ni eso.
Desconozco qué se puede hacer para desarrollar La Guajira. Sí creo que la minería a cielo abierto es un crimen de lesa humanidad, así lo practique El Cerrejón, la compañía más seria y juiciosa en un universo donde abundan los piratas tipo Drummond. Lo indudable es que el departamento no pasa sed por la sequía de este año, sino porque la alta Guajira es desértica y el Gobierno Nacional parece ignorarlo. Hay muchos países en la Tierra con climas semejantes que sobreviven en condiciones buenas. Podrían imitarlos. Claro que deberían comenzar por erradicar los ladrones del erario. Y no parece que quieran.
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LA `AGONÍA` DE LOS SIETE RÍOS DE CALI
La agonía de los 7 ríos de Cali
Bañarse en el charco del Burro o en Charco Azul, y otros remansos de los siete ríos de Cali, está en los recuerdos gratos y las fotos ya amarillas de muchos caleños de antaño. Pero ese privilegio natural está hoy sometido al riesgo de extinción.
El robo de sus orillas, el desvío de sus aguas para fincas, condominios o colegios, la incesante contaminación con basuras y aguas residuales, hacen que una ciudad con más 150 metros cúbicos por segundo no sepa hoy cuál será la suerte del abastecimiento futuro.
Seis de los ríos, convertidos en caños, caen en el Cauca, que ya viene herido por la deforestación y el narcotráfico en territorio caucano. Y, así, una ciudad rica pasa por cortes de agua y sufre para responder a una sequía.
Estas son sus historias.
Al río Pance se lo toman todo
Sus aguas, fuente de turismo en Cali, llegan a la desembocadura sin que nadie se percate de su agonía y contaminación.
El río Pance, ese que atrae a miles de bañistas para darse un chapuzón, es el mismo que termina con aguas reducidas y turbias cerca de una autopista. Nadie ve ese final porque debería entrar a una propiedad privada en medio de espesos matorrales. Desfalleciente, tras sus 25 kilómetros desde su nacimiento en Farallones, a 4.200 metros sobre el nivel del mar, se une con el oscuro y contaminado río Jamundí.
En su nacimiento, entre los empinados picos de la reserva natural, el río, con el mismo nombre del corregimiento que atraviesa, sale desbocado con 2,1 metros cúbicos por segundo para chocar con la zona urbana de Cali y bajar a 0,8 metros cúbicos por segundo, según el área de Laboratorio Ambiental del Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma).
En sus riberas no se respetan los 30 metros en cada margen, advierten expertos de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (Cvc). Entre Pance y la zona de La Vorágine hay por lo menos 30 edificaciones que se han levantado, algunas sobre el mismo río, como lo indica la Personería.
El Pance es el mismo que abastece 21 acueductos de 7.500 habitantes, pero del que se surten, según la Alcaldía, otros 50.000 moradores indirectamente y el que es utilizado por balnearios a pocos metros de su orilla. Hay hasta improvisados lavaderos de carros.
El río pasa por cuatro centros de recreación a donde cada fin de semana llegan de 30.000 a unos 60.000 bañistas, entre ellos, el Ecoparque Río Pance o Parque de la Salud, a lo largo de unos ocho kilómetros.
En la parte baja, colegios y universidades toman sus aguas, como lo señala la misma Personería. El panorama se complementa con quienes pernoctan en más de 2.000 espacios a lo largo de la ribera, mientras hay cabañas que ofrecen turismo ecológico.
Río Pance

Pero el río Pance, el del plan del sancocho de gallina en fogón de leña, pese a las recomendaciones de no hacerlo sobre su margen de protección, también recibe aguas residuales. Una planta de tratamiento de La Vorágine reduce el impacto, aunque el pasado 18 de julio un daño en la geomembrana afectó el caudal. Según Dídier Upegui, director de la Regional Suroccidente de la Cvc, la situación se corrigió a tiempo.
El personero Andrés Santamaría insiste en la voz de alerta del año pasado porque la agricultura y la ganadería en corregimiento Pance están deteriorando los suelos.
En la entrada al perímetro urbano, el Pance reporta aceites, grasas, fosfatos y turbiedad.
La directora del Dagma, autoridad ambiental de la zona urbana, Martha Cecilia Landazábal, ha sostenido que la recuperación de las cuencas es uno de los proyectos de esta Administración. El año pasado se sembraron 500 plántulas de guadua, a la altura del parque El Embudo.
"Al Pance lo veo muy seco en parte alta", dice la estudiante de filosofía Patricia Amaya, una de las visitantes, al señalar un río de piedras.
"El problema es que cuando vienen los turistas dejan basuras. No las arrojan en un depósito", señala Mauricio Patiño, morador de la vereda El Pato, donde las aguas, por estar en los Farallones, aún conservan su estado cristalino. "Falta que las autoridades hagan verdadera presencia, pues ni siquiera hay letreros para que la gente tome conciencia de no botar basura", anota quien se dedica a hacer esculturas, aprovechando la tranquilidad del bosque.
"Venimos del oriente de Cali a una zona más arriba de La Vorágine, a donde casi no hay visitantes. Nosotros sí recogemos la basura", dice Patricia Villareal, acompañada por sus cuatro hijos con edades entre 10 y 20 años.
"Pero al Pance lo que lo aqueja, además de que el turismo debe ser más controlado, es la deforestación", interpela Misael Reyes, campesino de 72 años que habita en El Pato.
El Cauca, 74 toneladas de contaminantes en 17 kilómetros
El río, que nace en el Macizo Colombiano y llega contaminado al Valle, surte a más de media ciudad.
La minería y las aguas residuales han golpeado al río Cauca cuando entra al Valle desde territorio caucano. Entonces, Cali le inyecta contaminantes en cada paso de sus 17 kilómetros de longitud.
Mientras el río abastece las plantas de tratamiento Puerto Mallarino y Río Cauca, que sirven a 1'700.000 caleños, la ciudad le aplica a cambio, según la Personería, el depósito de 74 toneladas de desechos cada 24 horas.
Una parte de esos contaminantes llegan a través del Canal CVC Sur, en el que se recogen los restos de los ríos Meléndez y Cañaveralejo; también los restos del Lili y el Pance, en el mismo sur; y del Cali y Aguacatal, en el norte.
El río pasa pegado al costado oriental de la ciudad, donde hace más de 30 años levantaron el jarillón, una barrera de tierra para frenar las inundaciones y que se convirtió en la vivienda de más de 13.000 personas. Es así que el municipio y las Empresas Municipales de Cali (Emcali) llevan por lo menos 15 años evaluando estudios sin resultado alguno sobre qué otras alternativas de abastecimiento existen porque el Cauca ya no es suficiente.
De allí, como lo señala Emcali, desde el 2000 se han presentado entre 300 y 500 paradas de las plantas Puerto Mallarino y Río Cauca por problemas de turbiedad.
“Esta fuente a su paso por Cali presenta una alta contaminación por materia orgánica, sólidos y presencia de sustancias tóxicas, incluyendo altas concentraciones de compuestos fenólicos –compuestos químicos– y algunos metales pesados”, así lo indica la Personería al basarse en reportes de Emcali y la Universidad del Valle.
Habitantes desde el corregimiento Navarro, en el extremo inferior del recorrido del río hasta el barrio Floralia, en la otra punta del nororiente de Cali, reconocen que el Cauca fue un eje de desarrollo urbano y de ellos mismos porque muchos levantaron sus viviendas y otros, parcelas con animales, entre caballos, reses y hasta marranos en la cara húmeda del dique.
Hubo feria de orillas hasta con escrituras, con el guiño de viejas administraciones que no previeron los daños que hoy están 'pasándole factura' a la ciudad. A lo largo de 17 kilómetros cientos de casas le arrojan sus descargas. Hoy se hace necesaria la ampliación del alcantarillado, pero sobre todo la recuperación del jarillón, que no fue hecho para construir casas.
El río ya no es ni la sombra de lo que fue a comienzos del siglo XX, cuando Cali estaba en un despertar a un crecimiento desmedido, dice Rogelio Garcés, uno de los moradores de Juanchito, cuyos abuelos le contaban que en esos primeros años de 1900, los caleños veían la locomotora a todo vapor y se ensordecían cuando la máquina de hierro cruzaba un puente sobre el río Cali, al tiempo que el río Cauca empujaba más el desarrollo citadino, como el corredor de toda clase de mercancías y pasajeros. Muchos de ellos solían desembarcar en el hoy Paso del Comercio y en inmediaciones al puente Carlos Holguín, de Juanchito, que en esa época era un puerto.
"Yo llevo viviendo más de 40 años. He tenido marraneras y trabajamos la tierra. Pero antes nos iba mejor", comenta una campesina de Navarro, con el río Cauca a espaldas de su casa de cemento.
Hay otro enemigo del Cauca, además de la contaminación por aguas residuales, basuras y hasta por los muertos que han sido arrojados al caudal, en la época del narcotráfico y hoy por grupos delincuenciales y bandas criminales que se disputan un territorio para comercializar droga, usando el mismo río.
Según la Personería y la Contraloría General de la República, ese enemigo son los lixiviados de Navarro, un basurero a cielo abierto que fue cerrado el 25 de junio de 2008. Estos desechos altamente tóxicos, que salen de la acumulación de basuras, han ocupado ocho lagunas en el viejo vertedero y están allí, siendo drenados en silencio y por las entrañas de las hoy gigantescas montañas empradizadas del basurero. Desde hace ocho se proyecta una planta de tratamiento para aliviar ese mal.
Además, hay presencia de metales. De ello ya son conscientes la misma población y las autoridades, pues hace nueve años, el grupo de investigadores de Epidemiología y Salud Poblacional de la Escuela de Salud Pública de la Universidad del Valle evaluó el impacto del botadero de Navarro en la salud, en sus costos y en el ambiente físico y social. En ese entonces, "los análisis de las muestras de agua colectadas en los pozos de monitoreo del basuro de Navarro mostraron la presencia de cadmio".
Y hace tres años, la Universidad Javeriana dio otra voz de alerta por causa de la actividad minera, porque se volvió en depósito de basuras y de residuos industriales.
"Empresas han regado sus desechos", dice Miguel Castillo, uno de los moradores del barrio Alfonso López, a pocos metros del río que conserva el color café lechoso desde que baña Navarro.
Cuando el río sigue se encamina a Yumbo lo esperan negocios, bodegas de reciclaje, escombreras y explotaciones de arena.
En ese punto, el Cauca no tiene nada de aliento, aunque aún le queda un buen trecho para cruzar cuatro departamentos hasta Bolívar, en la costa Atlántica.
Al río Cali lo ahogan contaminantes
Río Cali
Desde los Farallones, el río Cali baja entre las amenazas de la minería, la deforestación y aguas residuales. Cuando entra a la ciudad ya se está 'ahogando' por la excesiva carga de contaminantes.
Y aunque ha sido una situación denunciada por organismos de control y las administraciones presentan propuestas para recuperarlo que no han pasado de simples planteamientos, el río tutelar, que surte a medio millón de personas, no ha podido ser reanimado.
El índice de calidad de agua, después de que nace cristalino en El Alto del Buey, se detecta con niveles aceptables al tocar el casco urbano, pero luego se va deteriorando en unos 50 kilómetros desde el oeste hasta llegar sin aliento al nororiente caleño.
El Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) advierte que en ese paso aumenta el depósito de sólidos suspendidos totales. Mientras estas cargas en la entrada a la capital vallecaucana registran un promedio de 4 miligramos por litro, en la desembocadura al unirse con el río
 Cauca se multiplican por seis. Las acompañan la presencia de metales como cadmio, plomo, níquel y cromo que el Dagma también ha detectado.
Sin embargo, la entidad aclara que "la concentración de cadmio y plomo están cumpliendo con el límite de la norma comparada (criterio de calidad admisible para la destinación del recurso humano y doméstico donde se requiere tratamiento convencional)".
Las Empresas Municipales de Cali (Emcali) prueban que no hay riesgos para el consumo humano, a pesar de que el río Cali recoge a su paso las descargas de los corregimientos Felidia y Pichindé y de una actividad minera en El Alto del Buey, de la vereda Peñas Blancas, que mantiene las alarmas de las autoridades de Parques Nacionales Naturales, encargada de los Farallones.
La Contraloría General de la República el año pasado lanzó un llamado de alerta por la presunta presencia de cianuro que, en medio de dudas de ambientalistas, fue disipada por la Corporación Autónoma Regional del Valle (Cvc), tras un monitoreo.
Pero como lo recalca Jaime Alberto Celis, jefe del área protegida del parque Los Farallones, no cesa la fiebre por el oro en los socavones, como la mina de El Socorro, en Peñas Blancas, a pesar de que en mayo de 2011 la Alcaldía cerró por lo menos 80 bocaminas allí. "Los mineros no son de por acá. Vienen de otros lados a dañar la cuenca y el río. Ellos son los causantes de un daño ambiental gigantesco", dicen en el campo.
Sin embargo en esos altos el río se conserva cristalino gracias a salvaguardas de la misma comunidad en la reserva natural. "Nosotros llegamos mucho antes de que esto fuera declarado zona de Parques y de Los Farallones", comenta uno de los protectores. Es Ignacio Bermúdez, de 82 años, acompañado por un viejo perro, que les pide a los visitantes que no arrojen basuras.
Según el Dagma el río es tan importante para el municipio que, con recursos del Fondo Nacional de Regalías, se desarrolló el proyecto 'Recuperación ambiental de las márgenes del río Cali entre los sectores Entre Ríos y la calle 8 del municipio de Santiago de Cali', por valor de 745 millones de pesos.
El río, que nace de la confluencia de los ríos Pichindé y Felidia a 1.300 metros de altura sobre el nivel del mar, sigue bajando con fuerza hasta que en Pilas del Cabuyal hay quienes lo ven como una fuente turística. No obstante, algunos vecinos de esta vereda del corregimiento Los Andes expresaron que hace falta un alcantarillado y que la población también tome conciencia de no utilizar zonas para lavar carros.
Para evitar que caigan aguas residuales al cauce del río tutelar que, además, recibe a un río Aguacatal que baja por el oeste convertido en un caño y afectado por la explotación de piedra caliza, carbón y de otros minerales.
El personero Andrés Santamaría mantiene el SOS por las actividades de ganadería desde Los Farallones y coincide con Parques Nacionales en que la minería se ha convertido en un dolor de cabeza.
Con un caudal reducido, el río baja por el Zoológico de la ciudad a recibir más descargas y canales de aguas servidas. Ya en ese paso hay basuras y plásticos flotando. Algunos habitantes de calle se arriesgan a bañarse, pese a la alta contaminación que avanza por un caudal reducido en la zona residencial Entre Ríos y que se vuelve de color castaño y gris a la altura del hotel Intercontinental. Pero allí hay pájaros de picos rojos y plumajes negros que se asoman como un rastro de vida que le queda al río agónico, a pocos metros de la Torre más alta de esta capital, entre la maleza de las riberas inclinadas en la carrera 2 con calle 21.
Después el cauce se pierde entre el pavimento hasta que aparece debajo del puente de la calle 26 por las antiguas bodegas del Ferrocarril. Allí se observan los efectos de las acciones de personas que solían lavar carros con el agua turbia del río que sigue su curso por la zona del parque de El Avión, donde pululan las basuras y las aguas servidas de asentamientos subnormales sobre el margen de protección de los 30 metros. Esas aguas y más desechos siguen en inmediaciones del barrio La Isla por la avenida 2N con calle 52.
"Se concluye, pues, que el río presenta una calidad típica de agua residual doméstica no tratada de concentración media, lo anterior, sin considerar las trazas de metales que no pudieron ser determinadas por problemas técnicos con el equipo de espectrofotometría de absorción atómica", sentencia un informe del Dagma.
A medida que el cauce se acerca al río Cauca aumenta el olor fétido como la señal de que su final está cerca. El Cali, completamente oscuro, llega a la desembocadura en Floralia, norte local, mientras bodegas de reciclaje y otros negocios sobre el jarillón depositan desechos para darle la estocada final a las aguas que atravesaron una ciudad que se quedó en los sueños del poeta Eduardo Carranza
Los malos tratos al Cañaveralejo
Cañaveralejo

El río, con el más bajo caudal de los siete cauces de Cali, baja sin vida a la ciudad. No ha podido recuperarse y hoy se confunde con un canal más de aguas residuales.
Ni las plegarias a una estatua pequeña de la Virgen de Guadalupe, que se levanta en la orilla del río Cañaveralejo, sirven para que el cauce turbio y maloliente tenga el milagro de ser de nuevo ese espejo de aguas profundas, donde vecinos de La Sirena, en la ladera de Cali, aprendieron a nadar.
Luz Dary Pérez lo recuerda bien. "Hace 40 años yo me tiraba desde el puente como mucha gente lo hizo", dice la hoy vendedora de papas rellenas y empanadas al pie del río, justo en el puente que fue testigo de los mejores momentos de su niñez y su juventud.
Allí está la imagen de la Virgen, casi imperceptible bajo árboles frondosos que contrastan con la contaminación que ya arrastra el Cañaveralejo.
"El río estaba alto. Llegaba a las orillas, pero ahora…", señala la mujer con el ceño fruncido, el río que parece más un canal de aguas servidas en esa zona de La Sirena, zona media del cauce.
"Desde más arriba, hay un sector llamado Charco Azul porque en esa parte el río era azulito", anota doña Luz Dary.
El río baja desde los 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar cerca a un sitio Los Farallones, en la cordillera Occidental, con el nombre de Alto del Faro. Es tan lenta su marcha que el Laboratorio Ambiental del Departamento Administrativo  de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) registra que el caudal en el punto de su nacimiento es de apenas 0,55 metros cúbicos por segundo y se reduce al llegar a La Sirena en 0,4 metros cúbicos por segundo. Para la Personería, el río llega prácticamente muerto por todas las descargas de asentamientos al lado y lado a su paso en la zona empinada de la ladera de Cali.
"La gente le ha venido arrojando los desperdicios y las aguas residuales; por eso, el río no es ni la sombra de lo que era hace más de medio siglo", comenta un vecino de La Sirena. Allí, cerca de 900 familias han depositado residuos y aguas servidas en el canal en que se ha transformado. Tampoco se han respetado los 30 metros de protección, pues las casas en la zona media se han construido en todo el borde con tubos de desagües apuntando hacia las aguas, hoy oscurecidas y turbias.
Mónica Ruiz, otra habitante de La Sirena, asegura que una veintena de viviendas en el sector dejaron de arrojar este año, aguas residuales porque las Empresas Municipales de Cali (Emcali) instaló tuberías.
"El río representa una fuente primordial de abastecimiento para el corregimiento La Buitrera, utilizado para el riego de cultivos y recreación. Los principales impactos que presenta la cuenca están asociados con los problemas de erosión, deforestación, descargas de aguas residuales y residuos sólidos y vertimientos de aguas de caparrosa provenientes de la explotación de carbón en las minas del Rosario, La Buitrera y otras", dice la Personería.
"Con la actividad minera producen graves cambios en el balance de agua por los procesos de infiltración y escorrentía...Se hace necesario prevenir los posibles impactos generados por el sector minero, ejecutando estrategias de erradicación de la explotación ilegal, al igual que el seguimiento y control por parte de la Corporación Autónoma Regional del Medio Ambiente (Cvc), de los compromisos ambientales establecidos en los planes de Manejo Ambiental de las existentes con permisos de explotación artesanal e industrial", anota el documento.
Este panorama contrasta con un área de bosque húmedo y seco que rodea al colegio Ideas, en inmediaciones a uno de los puentes por donde el Cañaveralejo ronda el canal a poca velocidad. Esa es una institución dedicada a la recuperación del medio ambiente y su entorno en la cuenca del río Cañaveralejo, tarea que están llevando a cabo con la comunidad de La Sirena.
Esta iniciativa también tiene el apoyo de la Cvc y el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma).
"El concepto de formación en nuestra aldea (colegio) está determinado por el universo de la conciencia ecológica, sustentado por la sensibilización", comenta Jahuira, el promotor de esta modalidad de educación. Para este docente, que transformó una hacienda desbaratada junto al río Cañaveralejo en centro educativo, su sobrenombre define todo porque 'Jahuira' significa río en la lengua aimará".

La iniciativa ha tenido tanto eco, con la participación de por lo menos 46 instituciones educativas, a las cuales se ha sumado más de una docena de entidades públicas y privadas.
Es así que estudiantes de esta 'tribu', como se autodenominan en el colegio, están inmersos en el proceso de rescatar el Cañaveralejo.
"Me gustan mucho las experiencias que he tenido y cómo interfiere en mi vida la naturaleza", dice uno de los chicos que hoy tiene 18 años y que empezó en esta tarea una década atrás.
Pero para la Personería, la Alcaldía debe gestionar proyectos de un verdadero salvamento, pues reporta que en la misma Sirena, en la cuenca media del Cañaveralejo, la minería que viene de la zona alta, la deforestación y la ganadería agravan el panorama. Las ocupaciones en las riberas y áreas de protección terminan por rematar al río mucho antes de que atraviese Cali a lo largo de nueve kilómetros, del occidente al suroriente, confundiéndose después de bordear la Plaza de Toros Cañaveralejo y pasar por debajo de calles pavimentadas con un canal más de aguas residuales.
"La gente lo confunde con un caño", dice Ximena Guzmán, una habitante del barrio Tequendama.
Y así, silencioso, con un caudal más reducido a lo largo de una canal construido en cemento, el Cañaveralejo avanza para llegar completamente muerto como aguas servidas al canal colector Sur que también ha recibido a los agónicos Lili y Meléndez. Su final es encontrarse con un gigante convertido en cloaca: el río Cauca.
Al Lili lo confunden con un caño
Río Lilí
Primero fueron las minas de carbón, luego las basuras; después las aguas se tornaron amarillas, la muerte del río Lili ha sido lenta, irremediable.
"No es un río, es un caño que baja del Meléndez", atina a decir Román de Jesús Díaz Llanos, presidente de la Junta de Acción Comunal del sector de Meléndez. Para los vecinos del barrio ha sido una tragedia en lo que se ha convertido uno de los ríos, el más pequeño en extensión, de los siete que bañan a Cali.
Alrededor de 30 fuentes hídricas a lo largo de cinco de sus 20 kilómetros de cauce se han contabilizado en la microcuenca, donde nace cristalino en el Alto del Otoño, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, y termina con sus aguas amarillentas a su desembocadura, en el agite del sur de la ciudad.
En su paso por la zona rural, desde su nacimiento, donde una delgada cascada empieza a recorrer para llenar de vida este afluente, es su nefasto contacto con la ciudadanía lo que consigue que este río se quede sumergido en algo que a la comunidad se le parece más a un caño de aguas residuales.
Tal vez, la ciudadanía lo asemeja a un caño por su fuerte olor, además de un color café que, ya que el Lili recibe las descargas de aguas negras de varios sectores del sur de la ciudad.
Diego Bolaños, coordinador de operaciones de las Empresas Municipales de Cali (Emcali), afirma que "hay al menos 900 conexiones erradas, que han sido instaladas sin supervisión de Emcali, que depositan aguas residuales directamente al río".
El Departamento Administrativo de Gestión Ambiental (Dagma) señala que uno de los principales problemas del Lili son los efectos por la contaminación, generada por la explotación de minas de carbón e irregulares prácticas artesanales en la zona rural del Municipio. Esa explotación del mineral provoca vertimientos de aguas ácidas al río Lili, en un trayecto previo a su ingreso a la zona urbana.
"La población no puede seguir contaminando ninguno de los seis ríos de la zona rural de la ciudad ni el Cauca que bordea a Cali por el costado oriental, hay que tener conciencia", dijo la directora de la entidad, Martha Landazábal.
La Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) y el Gobierno Municipal han cerrado muchas de las minas del sector, desde el 2010, y se han sembrado 40 hectáreas de bosque para reforestar y disminuir el daño, a pesar de cualquier esfuerzo, vecinos de esta fuente de agua dulce, aseguran que el río tendrá las consecuencias de la minería por varios años.
Vecinos del barrio Ciudad Jardín aseguran que el abandono del Estado es la principal causa de lo que hoy sufre el Lili, "es un problema de conexiones cruzadas en los condominios. La gente construye o remodela sus viviendas y, por error, conecta las tuberías de aguas lluvias a sistemas de alcantarillado. Todo esto va a parar al río", asegura uno de los vecinos, que culpa a Emcali de no revisar a tiempo este tipo de redes.
Mientras el río sigue su cauce, el agua recorre enferma hasta alimentar al río Meléndez, donde lleva un recorrido de cinco kilómetros con todo tipo de ataques, de ataques, lo que produce la pestilencia que se puede sentir desde las aulas de clase de una universidad privada.
 Pecados en el Aguacatal
Aguacatal
A 1.800 metros sobre el nivel del mar, cuando nace como una quebrada del corregimiento La Elvira, al oeste de Cali, el Aguacatal es una mezcla de aire fresco y agua.
Ese pequeño paraíso de clima templado, rodeado de verde selva, con pequeños matices anaranjados gracias a las flores que nacen en ese corazón de la zona, le da la bienvenida al nacimiento del río Aguacatal, uno de los siete ríos que bañan a Cali. Pero en la medida que se acerca a la ciudad pierde su pureza.
Entre la niebla que une lo alto de la montaña con la inmensidad del cielo nacen las 120 quebradas, según datos de la Corporación Autónoma del Valle (CVC) , que dan vida a este imponente río que cae en la polución de invasiones, fincas y casas.
Hernando Muñoz Giraldo llegó proveniente de Antioquia hace 20 años, en La Elvira encontró el lugar para vivir, ya que el sonido del río, que pasa a unos 15 metros de su casa, tranquiliza a los perros, las gallinas y los cuyes que cría. "Si usted toma muestras aquí, en esta zona, va a ver que el agua es limpia, pura, aunque la comunidad le haga daño", comenta Muñoz, quien también es presidente de la Junta de Acción Comunal de la cabecera compuesta por 5.000 habitantes, que habitan en 4 veredas.
Desde el descuido de algunos habitantes de la zona, este paisaje pierde su glamour por los desechos provenientes de casas y fincas del lugar, ya que los canales de las casas van a caer a las quebradas que alimentan al Aguacatal.
"Tenemos muchas casas aledañas a las vertientes de las aguas donde usted puede encontrar aguas grises y contaminadas. La Elvira no tiene acueducto ni alcantarillado, hay muchas alternativas que la comunidad y el mismo Estado pueden tomar para salvar el río, pero a nadie parece importarle", asegura Muñoz Giraldo.
En muchas oportunidades la comunidad se ha tenido que enfrentar con sus propios vecinos por la tala indiscriminada que se presenta en la zona. "Hace poco talaron árboles de Otobo para sacar madera, eso es pecado porque son árboles de cien años. Cuando tratamos de evitarlo, lo que hicimos fue echarnos enemigos", confesó Gerardo Grajales, habitante del sector.
De acuerdo con Hernando Gómez, presidente de Acuaelvira, en trabajo conjunto con la CVC se consiguió que la inversión en el tema del cercado de 18 kilómetros que busca proteger al río fuera efectiva, aunque muchos habitantes se quejen de la presencia, casi nula, de los funcionarios de la entidad. "Esos pasan en una moto con chalecos, pero nadie los ve bajarse ni untarse de nada", comenta Grajales.
"Se ha contribuido con 15 metros de cerco para que la comunidad trabaje de la mano con la CVC y así conseguir que se pueda proteger el río, aunque haga falta un poco más de conciencia para cuidar la cuenca del río", explicó Guillermo Parra, ingeniero de la CVC.
Poco a poco, el desagüe de muchos locales comerciales del kilómetro 18 se ha convertido en el segundo problema que contamina al Aguacatal, dueños de los negocios del turístico sector dejan que sus residuos vayan a dar al río, además de las personas que visitan el lugar.
"Falta conciencia ambiental por parte de los visitantes. Todos son bienvenidos, pero las personas tienen que ser conscientes de que las basuras que botan por acá son llevadas por las lluvias al Aguacatal y por ende al río Cali", dijo Fernelly Hoyos, presidente de la JAC de esta zona.
"En la zona tenemos colectores de basura, es una iniciativa que asumimos desde el Departamento pero es necesario que la gente también ponga de su parte y tome conciencia. Civismo es lo que se necesita desde la zona rural hasta la urbana", dijo la directora del Departamento Administrativo de Gestión Ambiental, Martha Landazábal.
A través de su paso por el kilómetro 18, en su llegada a Cali, una de las principales razones por las que el río es contaminado se debe a las invasiones que han llegado al sector de Terrón Colorado y Altos del Aguacatal.
Por un momento, el agua pasa por un proceso durante el cual su tono cristalino cambia por un gris plateado y el olor a jabón y la fetidez se concentran de tal forma que se vuelve imposible continuar con su curso hasta que se encuentra con el río Cali, en el sector de Normandía.
Entidades ambientales calculan que en esta parte el Aguacatal puede tener más de 20 invasiones que vierten sus aguas a varias quebradas y al propio río. "En la parte de atrás de mi casa hay unos tres asentamientos que han abierto huecos para que sus desechos vayan al río, esa gente se pone en ese plan porque muchos ni son de Cali", asegura Farney Molina, habitante, desde hace 37 años, del sector de Altos del Aguacatal.
Desde el año 2012 se adelanta un proceso entre el Dagma y la CVC para la recuperación de los siete ríos que bañan la ciudad, pero, según Landazábal "es imposible cuando la gente sigue contaminando el río". Estos trabajos, que tienen un presupuesto de 2.000 millones de pesos, se adelantan de manera paulatina, pero con el fin de preservar vivas las cuencas de los ríos.
De acuerdo con Planeación Municipal, hay detectadas 13 familias que se trasladan entre los asentamientos de todo la zona de ladera de la comuna 1, en el oeste de Cali. Aunque los niveles de contaminación por parte de los asentamientos son altas, no solo es culpa de los habitantes de esta zona, sino de todos los caleños que viven o han transitado en las cercanías del Aguacatal.
Desde su nacimiento hasta su llegada a Cali, el Aguacatal sufre una transformación en color, olor y fuerza, desafortunadamente la llegada a la ciudad y su contacto con la gente le es tan dañina que hoy sufre los estragos de años y generaciones, las cuales aún no parecen comprender la vida que nace en la montaña y que Cali recibe, casi moribunda. 
Río Meléndez de mariposas a  gallinazos
Meléndez
Las hay de colores amarillo, azul y naranja. Son decenas de mariposas que combinan fácilmente con el entorno. Parecieran que bailaran por el festejo de una unión de esas dos quebradas que dan vida al río Meléndez, en el corregimiento Villa Carmelo. El correr de esas aguas les da ritmo al baile de los lepidópteros.
Del norte llega la quebrada La Cristalina y del sur la Candelaria. Se dan cita en la finca La Alemana, donde vive Jhon Harold Zarate, de 20 años. “Las mariposas son señal de agua pura, aquí vienen mucho para estar entre la flores”, dice.
También se ven pájaros como el gallito de roca, garrapatero y torcazas. Otros, como los zorros y el oso hormiguero merodean el río. Peros estos animales se alejan de las aguas, cuando estas se encuentran con el hombre.
No han pasados tres kilómetros desde el nacimiento y en La Fonda es el primer punto de contaminación. En la ribera se ven vasos plásticos, bolsas, zapatos y prendas que dejan los visitantes. Objetos que parecieran multiplicarse un fin de semana.
María Eugenia Ojeda es la presidente de la Junta de Acción Comunal del corregimiento El Minuto, ella diariamente sale a recorrer el río y devolverle esa pureza. “Da tristeza saber que no le dan la importancia. No lo cuidan y quizá en un futuro nos haga falta”, dice.
Las mariposas aún vuelan. Se concentran en la cascada de El Duende, otra quebrada que nutre al Meléndez. Al continuar su recorrido hacia Cali, el río es rodeado por la maleza, como si se quisiera proteger de la contaminación.
Pero no lo puede hacer de la bocatoma de La Reforma. Allí su caudal se reduce en un 44 por ciento, dice Liliana Fernández, secretaria de la Junta Administradora Local, para llevar agua a Meléndez, Alto Jordán, Polvorines, Nápoles, Altos de Santa Elena y Siloé.
Débil, el río sufre su mayor golpe. Las aguas residuales de Las Palmas, La Choclona y La Buitrera se vierten en el Meléndez. Desperdicios de marraneras, residuos de jabón y contaminantes le cambian el color, de un transparente puro, a un gris sin vida.
José Vallejo, líder ambiental de La Choclona, confiesa que "es triste, pero no hay otra alternativa. Las entidades no quieren hacernos acueductos, dicen que sería un proyecto muy caro para las más de 160 viviendas que hay aquí”. Del Meléndez rodeado de mariposas ya no hay nada. Un hedor se apodera lentamente de las aguas.
Sin movimiento, como agua estancada y olvidada entra a la calle Quinta con carrera 96, en el sector La Playa. Sigue por el barrio El Ingenio, donde su cauce es tan reducido y su color es tan oscuro que no pocos lo comparan con un canal de aguas residuales.
Al llegar al barrio El Caney, en el sur de Cali, pasa desapercibido. Alejado de la comunidad continúa su rumbo hacia su triste final.
Hasta el Jarillón de la carrera 50 llega el Meléndez. Varias aves de rapiña lo acompañan. En el barrio Llano Verde lo conocen como un caño, pues así lo han Las hay de colores amarillo, azul y naranja. Son decenas de mariposas que combinan fácilmente con el entorno. Parecieran que bailaran por el festejo de una unión de esas dos quebradas que dan vida al río Meléndez, en el corregimiento Villa Carmelo. El correr de esas aguas les da ritmo al baile de los lepidópteros.
Del norte llega la quebrada La Cristalina y del sur la Candelaria. Se dan cita en la finca La Alemana, donde vive Jhon Harold Zarate, de 20 años. “Las mariposas son señal de agua pura, aquí vienen mucho para estar entre la flores”, dice.
También se ven pájaros como el gallito de roca, garrapatero y torcazas. Otros, como los zorros y el oso hormiguero merodean el río. Peros estos animales se alejan de las aguas, cuando estas se encuentran con el hombre.
No han pasados tres kilómetros desde el nacimiento y en La Fonda es el primer punto de contaminación. En la ribera se ven vasos plásticos, bolsas, zapatos y prendas que dejan los visitantes. Objetos que parecieran multiplicarse un fin de semana.
María Eugenia Ojeda es la presidente de la Junta de Acción Comunal del corregimiento El Minuto, ella diariamente sale a recorrer el río y devolverle esa pureza. “Da tristeza saber que no le dan la importancia. No lo cuidan y quizá en un futuro nos haga falta”, dice.
Las mariposas aún vuelan. Se concentran en la cascada de El Duende, otra quebrada que nutre al Meléndez. Al continuar su recorrido hacia Cali, el río es rodeado por la maleza, como si se quisiera proteger de la contaminación.
Pero no lo puede hacer de la bocatoma de La Reforma. Allí su caudal se reduce en un 44 por ciento, dice Liliana Fernández, secretaria de la Junta Administradora Local, para llevar agua a Meléndez, Alto Jordán, Polvorines, Nápoles, Altos de Santa Elena y Siloé.
Débil, el río sufre su mayor golpe. Las aguas residuales de Las Palmas, La Choclona y La Buitrera se vierten en el Meléndez. Desperdicios de marraneras, residuos de jabón y contaminantes le cambian el color, de un transparente puro, a un gris sin vida.
José Vallejo, líder ambiental de La Choclona, confiesa que "es triste, pero no hay otra alternativa. Las entidades no quieren hacernos acueductos, dicen que sería un proyecto muy caro para las más de 160 viviendas que hay aquí”. Del Meléndez rodeado de mariposas ya no hay nada. Un hedor se apodera lentamente de las aguas.
Sin movimiento, como agua estancada y olvidada entra a la calle Quinta con carrera 96, en el sector La Playa. Sigue por el barrio El Ingenio, donde su cauce es tan reducido y su color es tan oscuro que no pocos lo comparan con un canal de aguas residuales.
Al llegar al barrio El Caney, en el sur de Cali, pasa desapercibido. Alejado de la comunidad continúa su rumbo hacia su triste final.
Hasta el Jarillón de la carrera 50 llega el Meléndez. Varias aves de rapiña lo acompañan. En el barrio Llano Verde lo conocen como un caño, pues así lo han visto sus habitantes, que ya no le ven señales de vida.
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EN VIDEO: EL SIGILOSO LADRÓN QUE GATEANDO SE LLEVÓ CIENTOS DE TANGAS
La grabación muestra a un hombre que sigilosamente se arrastra entre los pasillos de un negocio de venta de ropa en Bogotá para robar mercancía del sitio.
Empleados del negocio señalaron a Citynoticias que el hombre conocería el sistema de seguridad del local por la forma en que intentó evadir que se activaran las alarmas de seguridad, las cuales contaban con sensores de movimiento.
“(El delincuente) conoce el sistema de monitoreo el sistema de alarmas porque la persona que se ve en el video lo hace arrastrado”, señala Juan Rugeles, director del negocio.
El ladrón logró robar ropa interior femenina, faldas y blusas. De acuerdo con los primeros reportes, las pérdidas por el robo ascenderían a los $ 34 millones.
El hecho se presentó minutos después de que los empleados cerraran el establecimiento.
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Espero que hayan disfrutado de su Contenido, hasta pronto… 

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