NÚMERO 62 ENERO 24 DE
2013 JUEVES
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¿De
quién fue la culpa?
Por: FERNANDO LONDOÑO HOYOS | 7:25 p.m. | 23 de Enero del 2013 publicado
en EL TIEMPO.
Les
va mal a nuestros negociadores en La Habana, porque calcularon mal al enemigo.
Y no ellos. Fueron los que sirvieron de avanzada a esa audacia y ahora ejecutan
una hábil retirada táctica. Y ante el desastre, nada más a propósito que unos
culpables.
La búsqueda de
culpables es la prueba reina de cualquier fracaso. Por ahí sacamos en limpio
cómo le va al doctor Santos con sus tertulias en La Habana. O cómo les va a
Sergio Jaramillo y a Humberto de la Calle, sus emisarios para apaciguar la
fiera. Les tiene que ir muy mal, ya lo sabíamos antes de abrir el telón a esta
representación funambulesca. Pero cuando el ministro Carrillo lanza mandobles
contra quienes nos hemos opuesto a que se entregue el país a las Farc, pone al
descubierto la calidad de noticias que le llegan desde Cuba.
Pero aunque quieran
evitarlo, se dejan conocer la angustia. Que ha llegado al extremo de jugarse
una carta tan pesada como la del reconocimiento de Maduro y Jaua, a cambio de
que les ayuden con 'Márquez' y 'Santrich'. Por escasamente letrados que sean
los del Gobierno en achaques diplomáticos, sabrán que la visita de nuestra
Canciller a rendir pleitesía al dueto golpista de Caracas -Maduro y Jaua-
supone la bendición colombiana a una dictadura. Esa visita, calamitoso error,
fue preparada por el embajador de Venezuela en la OEA, el desapacible
Chaderton.
Ya Jaua viajó a La
Habana, para hablar supuestamente de política y de béisbol con Chávez, pero en
verdad para pagar el favor recibido de Santos, intentando mejorar las maneras
de las Farc en la mesa de negociaciones.
Alto precio el que
paga Colombia por ese favorcito. Reconocer gobiernos golpistas es asunto en
extremo delicado. Y nos parece que aún tratándose de un juego de póquer,
demasiado alto. Nos vienen al recuerdo Esaú, cambiando su derecho de
primogenitura por un plato de lentejas o Ricardo III negociando su reino por un
caballo. Las lentejas o el caballo podían ser muy apetecibles en sus
circunstancias, pero siempre parece mejor soportar el hambre o asumir el
riesgo.
De modo que estamos
de acuerdo en que gobierne un moribundo, o un muerto, que ambas cosas se dicen,
y que desde luego no puede tomar posesión de su cargo, con tal de buscar
aliados para impedir, prorrogar o suavizar un desastre. En esas andamos. Pero
no sobra contratar una póliza de seguro, que es lo que el doctor Carrillo hace,
volviendo culpable al uribismo del fracaso santista de La Habana.
Las Farc no se
conforman con lo mucho que ya les dieron: reconocimiento político, publicidad
gratuita y un salvavidas providencial cuando estaban exhaustas, prácticamente
exánimes. Así rescatadas, justificadas y fortalecidas, se sienten con agallas
para venir por lo demás. Y lo demás es la Nación entera. Una política agraria a
su medida, impunidad total para sus crímenes, ejercicio pleno de un poder
político que no llegaron a soñarse y garantías que equivalen al imperio de su
fuerza con la destrucción de la nuestra, la legítima de nuestro Ejército,
nuestra Policía y nuestros jueces.
Cuando el destape
de las cartas ha quedado en evidencia, el Gobierno se siente maniatado entre
sus propias redes o perdido en su propia jungla. Y es cuando, desesperado ante
el riesgo, pide socorro. Y se lo pide a quienes considera, con muy buenas
razones, los jefes de sus contertulios, que son los del gobierno golpista de
Venezuela.
Desde cuando leímos
El jugador, de Dostoyevski, sabemos de lo que es capaz un jugador desesperado.
Aquí lo inaceptable es que el que lanza restos no lo hace con su patrimonio,
sino con el de los colombianos.
Les va mal a
nuestros negociadores en La Habana, porque calcularon mal al enemigo. Y no
ellos, habrá de reconocerse. Fueron los que sirvieron de avanzada a esa audacia
y ahora ejecutan una hábil retirada táctica. Y ante el desastre, nada más a
propósito que unos culpables. Que por variar somos los que respetuosamente
ejercemos lo que llamaba Joseph Folliet la "sagrada función de la protesta".
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Una casa bajo una
piedra
Benito
Hernández y su familia viven desde hace 30 años en una caverna en el desierto
en Coahulia, norte de México. No tienen agua, ni electricidad, pero disfrutan
de un gran espacio y tienen todo el firmamento para ver las estrellas.
COMO DEBEMOS AMAR A LOS ADUTOS MAYORES
Espero
que hayan disfrutado de su Contenido, hasta pronto…
La información e imágenes publicadas en esta revista están extractadas de la Internet, principalmente de Google, El Colombiano, El Barquero de Eje21, El Tiempo, El Campanario, de la página censurada de Juan Paz, CLARIN de Argentina, EL UNIVERSO de Ecuador, El Informador desde Santa Marta, Portafolio y demás prensa y a la vez vía email. Si hay algún error o queja, se puede contactar con nosotros en avizor2012@gamil.com. Además, los artículos y opiniones que se publican en cada edición, es de responsabilidad exclusiva de cada articulista y en ninguna forma comprometen el pensamiento editorial del Director de OJO AVIZOR. NOSOTROS NO PLAGIAMOS LO ÚNICO QUE HACEMOS CON TODO RESPETO, ES REPRODUCIR LOS COMENTARIOS U ARTÍCULOS QUE POR SU INTERÉS AMERITE SER RESALTADOS, RECONOCIENDO QUIEN ES EL AUTOR DEL MISMO.
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