NÚMERO 225 JUNIO 6 DE 2014 (VIERNES)
Director
Bernardo A. Rendon Restrepo
bernal.rendon@hotmail.com
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero
Galardonados con la
1ª entrega de los premios
ANTURO
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Twitter@revistaconstela
Twitter@revistaconstela
NUEVO ATENTADO AL OLEODUCTO CAÑO LIMÓN COVEÑAS EN EL CATATUMBO
Un nuevo atentado contra el
Oleoducto Caño Limón Coveñas, se registró en las últimas horas en la zona del
Catatumbo, Norte de Santander.
Las autoridades informaron
que guerrilleros activaron cargas explosivas en un tramo ubicado sobre la zona
rural del municipio de Convención, en la Vereda Campo Alegre, a la altura del
kilómetro 431.
La acción violenta produjo la
rotura del oleoducto, y provocó la caída de crudo a la quebrada Cristales,
importante afluente en la zona.
Ante el hecho Ecopetrol activó un
plan de contingencia en la zona del Catatumbo, para evitar que la contaminación
se extienda y afecte el sistema de acueducto de algunos municipios.
Se investiga quienes serían
los responsables del hecho, en la zona hacen presencia la guerrilla de las Farc
y el Eln.
--
Zuluaga
49%, Santos 41%, es la intención de voto de los colombianos: encuesta Ipsos
Napoleón
La última encuesta de opinión en
Colombia, antes de la segunda vuelta presidencial que se cumplirá el domingo 15
de junio, da un 49% de intención de voto para Óscar Iván Zuluaga, del Centro
Democrático, y del 41% para el presidente-candidato, Juan Manuel Santos.
La intención de voto muestra a
Óscar Iván Zuluaga ganando en segunda vuelta presidencial, reduce sensiblemente
los niveles de abstención en la historia reciente del país, desde 1982 y
advierte que a la pregunta de: “¿Independientemente de si usted va o no va a
votar, quién cree que va a ganar la segunda vuelta?”, el 49% de los encuestados
dijo Oscar Iván Zuluaga, y 37% respondió que Juan Manuel Santos.
La encuesta de la recta final
fue adelantada por la firma Ipsos Napoleón Franco para la Gran Alianza de
Medios (RCN Radio, RCN TV, la FM y la Revista Semana, entre los días 2 y 4 de
junio de 2014, entre mil 784 hombres y mujeres de todo el país, mayores de 18
años y de estratos 1 al 6.
Los indecisos
La encuesta señala que un 12% de
las personas entrevistadas dijeron que aún no saben por quién votarán, faltando
alrededor de 11 días para la elección presidencial (desde la fecha de
recolección de la información).
A estas personas se les aplicó
una pregunta adicional: “Pero si ya estuviera en el puesto de votación frente
al tarjetón, ¿por quién votaría Usted, votaría en blanco o no votaría?”.
La mayoría de estos indecisos se
“auto-clasificaron” en alguna de las opciones de voto, y la cifra de indecisos
baja entonces al 5%. Sin embargo, el 15 de junio no habrá indecisos, de modo
que este porcentaje final de entrevistados fue reclasificado en función a lo
que internacionalmente se considera más adecuado para estos casos: proporcionalmente
a la intención expresada frente a cada una de las demás opciones.
Intención de voto del 75% para
la segunda vuelta
La intención de ir a votar el
próximo domingo 15 de junio se encuentra en el 75%, de forma declarada,
superior al 67% encontrado de forma declarada en la encuesta previa a la 1ª
vuelta.
Según la encuesta, desde 1982,
no se había tenido una participación tan importante en la 2ª vuelta de
elecciones presidenciales.
Lla más alta es del 58.9% en la
segunda vuelta del año 1998. En las elecciones del año 2010, cuando los
resultados de las encuestas fueron diferentes a lo encontrado, se trató de un
fenómeno asociado precisamente con una inusualmente alta “intención de votar”.
Con el fin de mejorar la precisión de la información, Ipsos aplicó un algoritmo
para identificar los votantes probables.
Ficha
técnica
En la última encuesta de
intención de votos para la Gran Alianza de Medios, Rcn Radio, Rcn Televisión,
la FM y la Revista Semana, se trabajó con una población de hombres y mujeres
mayores de 18 años de estratos 1 al 6 de todos el país, con excepción de la
Amazonia, la Orinoquia y la zona insular de San Andres.
Se hicieron mil 784 encuestas
ponderadas por nivel socioeconómico género y rangos de edad, con base en
información del Censo DANE 2005 con proyecciones de población 2013. El margen
de error observado, para el total de la muestra, 2.3%; Para la sub-muestra con
intención de votar en la 2ª vuelta (votantes probables), el error es de 3.4%.
En todos los casos, con 95% de confianza para fenómenos de ocurrencia del 50%.
En cuanto a la técnica de
recolección de datos, se utilizó la mezcla de entrevista personal y telefónica
en hogares. Se realizaron entrevistas telefónicas únicamente en estratos 4, 5 y
6 de algunas de las ciudades, mientras que las entrevistas presenciales fueron
en estratos 1, 2 y 3 de todas las ciudades, y para estratos 4 al 6 en algunas
de ellas (según penetración telefónica y cantidad de hogares en estos
estratos).
Personajes por los que se
indagó: Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga
Área / Cubrimiento: 42
municipios del país, así. Bogotá; Atlántica: Barranquilla, Cartagena, Corozal,
El Banco, El Molino, La Jagua del Pilar, Montería, Pailitas, San Marcos y
Soledad; Central: Medellín, Armenia, Balboa, Bello, Caldas, Neira, Salamina y
Marquetalia; Oriental: Bucaramanga, Cachipay, El Carmen, Jordan, Manta, Nobsa,
Nuevo Colon, Puerto Santander, Soacha y Supata; Pacífica: Cali, Buenaventura,
Ginebra, Inza, La Victoria, Miranda, Palmira, Quibdo y Tumaco; Suroriental:
Ibagué, Garzón, Icononzo y Puerto Lleras
Timochenko
descalifica a Santos y a Zuluaga y exhorta a votar en blanco.
Bogotá,
06 de Junio de 2014 (RAM). Contrario a lo que han hecho sus segundos mandos en
la Habana, Cuba, el máximo cabecilla de las Farc Timoleón Jiménez, alias
“Timochenko”, descalificó a los dos candidatos que disputarán la segunda vuelta
presidencial el próximo 15 de junio, Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga y
se pronunció en favor de una votación masiva en blanco.
En
un extenso escrito publicado en internet, el mandamás de las Farc afirma que la
disyuntiva que planteó Santos de elegir entre la guerra y la paz o de definir
en las urnas “ni más ni menos que la continuidad del proceso de diálogos que se
cumple actualmente en La Habana”, no corresponde a la verdad.
“El mentado plebiscito no es más que una farsa”, sostiene el cabecilla guerrillero.
Además de hacer duras referencias al pasado, no solo de los candidatos sino también de quienes los abanderan, entre ellos los expresidentes Cesar Gaviria y Alvaro Uribe Vélez, alias “Timochenko”, afirma:
“Los diferencia el enfoque con el que asumen la realidad del conflicto interno colombiano, pues mientras el primero de ellos, magistralmente interpretado hoy por su candidato Oscar Iván Zuluaga, se inclina decididamente por la intolerancia absoluta y la solución exclusiva por la fuerza, el segundo apuesta en primer término a conseguir la rendición de la insurgencia en la Mesa de La Habana, reservándose paralelamente el derecho a aplastarla por la fuerza”.
Agrega que “las posiciones del uribismo, radicalmente sectarias en la defensa de los sectores económicos y políticos relacionados con el paramilitarismo, así como en la intangibilidad de los sectores militaristas más crudamente comprometidos con la violación de los derechos humanos, lo han conducido a enfrascarse en una aguda riña con el gobierno de Juan Manuel Santos, el que por lo mismo ha debido enfrentar las presiones del gremio ganadero y los empresarios agroindustriales beneficiarios de la violencia.
Y continúa diciendo:
“Que a Oscar Iván Zuluaga le importe un pito aparecer como el abanderado de la guerra, no hace de Juan Manuel Santos un hombre de paz. Al igual que su rival en la contienda electoral, Santos menosprecia cualquier reforma de amplio contenido democrático, o que implique el menor cambio en la inequitativa distribución de la tierra y la riqueza en el país. En su reciente campaña se preocupó por tranquilizar a los sectores pudientes, aclarándoles que ninguno de sus privilegios o intereses estaba en riesgo en la Mesa de La Habana, con el mismo énfasis con el que procuró convencer a las fuerzas armadas y sectores militaristas de que ni un solo peso del presupuesto militar, del gasto de guerra, de las adquisiciones planeadas o compromisos adquiridos, ni siquiera el pie de fuerza o los planes por incrementarlo sufrirían la menor alteración en la firma final de un acuerdo con las FARC en La Habana. Es claro que la paz, para los sectores que representa, implica necesariamente que todo siga igual. Que no se toquen para nada las causas que han originado la confrontación del último medio siglo en Colombia”.
Luego señala que “los colombianos, sí, nos hallamos ante un verdadero dilema. Pero no el de elegir entre la guerra representada por Oscar Iván Zuluaga y la paz encarnada por Juan Manuel Santos. Es claro que cualquiera de ellos dos significará la guerra”.
Se trata de elegir –subraya –entre la continuidad inamovible de las políticas de despojo y violencia que representan los dos candidatos, y la posibilidad de imprimir cambios urgentes y profundos en la institucionalidad y la sociedad colombianas. Para lo primero basta con votar por cualquiera de las candidaturas en consideración, mientras que para lo segundo la gama de opciones es más amplia. La primera de ellas sería la espontánea y masiva votación en blanco, capaz de deslegitimar, incluso jurídicamente, las dos opciones militaristas y neoliberales”.
Luego precisa:
No hay duda de que una sorprendente votación que superara los sufragios de ambas candidaturas sería capaz de generar un terremoto político en el país. En contra de ella jugarían el corto plazo para promoverla, al igual que el carácter amorfo, desorganizado, espontáneo y difuso de su promoción, que tendría la dificultad de expresarse, conseguida la victoria, en una opción política mediamente definida y unitaria. Aunque precisamente la tarea en ese caso consistiría en trabajarla.
En segundo lugar podría considerarse una urgente reagrupación de todos los sectores inconformes y de oposición, a la que se uniera de manera decidida el conjunto de los movimientos sociales enfrentado al gobierno de Santos, en una poderosa coalición con la izquierda política tan bien posicionada en la reciente primera vuelta, con el apoyo político de la insurgencia en su conjunto, alrededor de consignas sencillas como la solución política al conflicto interno, el cese el fuego, la asamblea nacional constituyente, el contundente rechazo a todas las formas de politiquería tradicional y reformas urgentes de carácter social, con el propósito de enfrentar, de manera decidida, una fuerza sólida de masas al nuevo gobierno que se posesione el 7 de agosto.
No cabe duda de que ese gobierno, cualquiera que sea, por encima de su cobertura institucional o legal, asumirá el poder en condiciones de debilidad política, con serias contradicciones con el grupo del candidato perdedor. Una fuerte agitación social y política podría producir consecuencias inesperadas, que si no fueran suficientes para derrocarlo, sí podrían contar con condiciones favorables para el crecimiento de un verdadero movimiento alternativo capaz, en corto o mediano plazo de precipitar, de un modo u otro, cambios fundamentales en la vida nacional, incluida la paz.
Una fórmula a considerar sería, conformada esa coalición, pactar con uno de los candidatos, de manera seria, un programa progresista de cambios. Si bien la idea podría sonar atractiva, parece nacer más del deseo que de posibilidades reales. Por los plazos, el carácter precipitado de la coalición y del pacto mismo que diera lugar a la alianza, además de la fiabilidad y credibilidad que pudiera entrañar aliarse con enemigos declarados del pueblo colombiano.
¿Y de la Mesa qué? En lo fundamental habría que considerar que ella tiene toda su importancia en la medida en que posibilite, viabilice o catalice un gran movimiento nacional por los cambios fundamentales. El único Acuerdo que como revolucionarios podemos aspirar a firmar en ella, es aquel que cuente con el respaldo de ese gran movimiento popular que a su vez impida desmontarla. En los demás casos podríamos estar lindando con realidades insoportables. Un asunto para sopesar seriamente”, concluye.
“El mentado plebiscito no es más que una farsa”, sostiene el cabecilla guerrillero.
Además de hacer duras referencias al pasado, no solo de los candidatos sino también de quienes los abanderan, entre ellos los expresidentes Cesar Gaviria y Alvaro Uribe Vélez, alias “Timochenko”, afirma:
“Los diferencia el enfoque con el que asumen la realidad del conflicto interno colombiano, pues mientras el primero de ellos, magistralmente interpretado hoy por su candidato Oscar Iván Zuluaga, se inclina decididamente por la intolerancia absoluta y la solución exclusiva por la fuerza, el segundo apuesta en primer término a conseguir la rendición de la insurgencia en la Mesa de La Habana, reservándose paralelamente el derecho a aplastarla por la fuerza”.
Agrega que “las posiciones del uribismo, radicalmente sectarias en la defensa de los sectores económicos y políticos relacionados con el paramilitarismo, así como en la intangibilidad de los sectores militaristas más crudamente comprometidos con la violación de los derechos humanos, lo han conducido a enfrascarse en una aguda riña con el gobierno de Juan Manuel Santos, el que por lo mismo ha debido enfrentar las presiones del gremio ganadero y los empresarios agroindustriales beneficiarios de la violencia.
Y continúa diciendo:
“Que a Oscar Iván Zuluaga le importe un pito aparecer como el abanderado de la guerra, no hace de Juan Manuel Santos un hombre de paz. Al igual que su rival en la contienda electoral, Santos menosprecia cualquier reforma de amplio contenido democrático, o que implique el menor cambio en la inequitativa distribución de la tierra y la riqueza en el país. En su reciente campaña se preocupó por tranquilizar a los sectores pudientes, aclarándoles que ninguno de sus privilegios o intereses estaba en riesgo en la Mesa de La Habana, con el mismo énfasis con el que procuró convencer a las fuerzas armadas y sectores militaristas de que ni un solo peso del presupuesto militar, del gasto de guerra, de las adquisiciones planeadas o compromisos adquiridos, ni siquiera el pie de fuerza o los planes por incrementarlo sufrirían la menor alteración en la firma final de un acuerdo con las FARC en La Habana. Es claro que la paz, para los sectores que representa, implica necesariamente que todo siga igual. Que no se toquen para nada las causas que han originado la confrontación del último medio siglo en Colombia”.
Luego señala que “los colombianos, sí, nos hallamos ante un verdadero dilema. Pero no el de elegir entre la guerra representada por Oscar Iván Zuluaga y la paz encarnada por Juan Manuel Santos. Es claro que cualquiera de ellos dos significará la guerra”.
Se trata de elegir –subraya –entre la continuidad inamovible de las políticas de despojo y violencia que representan los dos candidatos, y la posibilidad de imprimir cambios urgentes y profundos en la institucionalidad y la sociedad colombianas. Para lo primero basta con votar por cualquiera de las candidaturas en consideración, mientras que para lo segundo la gama de opciones es más amplia. La primera de ellas sería la espontánea y masiva votación en blanco, capaz de deslegitimar, incluso jurídicamente, las dos opciones militaristas y neoliberales”.
Luego precisa:
No hay duda de que una sorprendente votación que superara los sufragios de ambas candidaturas sería capaz de generar un terremoto político en el país. En contra de ella jugarían el corto plazo para promoverla, al igual que el carácter amorfo, desorganizado, espontáneo y difuso de su promoción, que tendría la dificultad de expresarse, conseguida la victoria, en una opción política mediamente definida y unitaria. Aunque precisamente la tarea en ese caso consistiría en trabajarla.
En segundo lugar podría considerarse una urgente reagrupación de todos los sectores inconformes y de oposición, a la que se uniera de manera decidida el conjunto de los movimientos sociales enfrentado al gobierno de Santos, en una poderosa coalición con la izquierda política tan bien posicionada en la reciente primera vuelta, con el apoyo político de la insurgencia en su conjunto, alrededor de consignas sencillas como la solución política al conflicto interno, el cese el fuego, la asamblea nacional constituyente, el contundente rechazo a todas las formas de politiquería tradicional y reformas urgentes de carácter social, con el propósito de enfrentar, de manera decidida, una fuerza sólida de masas al nuevo gobierno que se posesione el 7 de agosto.
No cabe duda de que ese gobierno, cualquiera que sea, por encima de su cobertura institucional o legal, asumirá el poder en condiciones de debilidad política, con serias contradicciones con el grupo del candidato perdedor. Una fuerte agitación social y política podría producir consecuencias inesperadas, que si no fueran suficientes para derrocarlo, sí podrían contar con condiciones favorables para el crecimiento de un verdadero movimiento alternativo capaz, en corto o mediano plazo de precipitar, de un modo u otro, cambios fundamentales en la vida nacional, incluida la paz.
Una fórmula a considerar sería, conformada esa coalición, pactar con uno de los candidatos, de manera seria, un programa progresista de cambios. Si bien la idea podría sonar atractiva, parece nacer más del deseo que de posibilidades reales. Por los plazos, el carácter precipitado de la coalición y del pacto mismo que diera lugar a la alianza, además de la fiabilidad y credibilidad que pudiera entrañar aliarse con enemigos declarados del pueblo colombiano.
¿Y de la Mesa qué? En lo fundamental habría que considerar que ella tiene toda su importancia en la medida en que posibilite, viabilice o catalice un gran movimiento nacional por los cambios fundamentales. El único Acuerdo que como revolucionarios podemos aspirar a firmar en ella, es aquel que cuente con el respaldo de ese gran movimiento popular que a su vez impida desmontarla. En los demás casos podríamos estar lindando con realidades insoportables. Un asunto para sopesar seriamente”, concluye.
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