NÚMERO 223 JUNIO 3 DE 2014 (MARTES)
Director
Bernardo A. Rendon Restrepo
bernal.rendon@hotmail.com
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero
Galardonados con la
1ª entrega de los premios
ANTURO
Enlaces
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Twitter@revistaconstela
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Del
padre de un soldado al candidato Santos
http://periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/4784-del-padre-de-un-soldado-al-candidato-santosFernando Londoño H.
Para la infame publicidad política con
que usted pretende ganar los votos de burgueses cobardes, no consultó la
memoria de doña Simona Duque de Alzate, ni el parecer de centenares de miles de
madres y padres de soldados que no hemos prestado hijos para la guerra, sino
que llenos de orgullo los hemos entregado al servicio y la gloria de la Patria.
Desde luego que usted no sabe
quién fue doña Simona, ni se lo vamos a enseñar ahora. Hay ignorancias
invencibles y la suya, en materia de honor, de gloria, de Patria, es de este
linaje.
Ningún día más emocionante en la
vida, que aquel en que acompañamos a nuestros hijos a ponerse bajo banderas.
Cuando los vimos marchar, todavía con sus vestidos de civil, mirando al aire la
bandera de Colombia, por la que jurarían entregarlo todo, hasta la vida misma y
cuando se perdieron de nuestra vista para entrar en la Escuela del Honor y la
Dignidad del soldado, se nos salía el corazón del pecho. Sí. De orgullo porque
Dios nos diera un hijo de ese temple.
Hambre y sueño. Disciplina y
austeridad. Años de sacrificio para templar el alma como acero. Las órdenes que
se cumplen, las jornadas en las aulas, los ejercicios sin número, hicieron de
nuestros hijos hombres de verdad. Cuando terminaron su curso de
contraguerrilla, no les cabía una ampolla en los pies, ni una herida en las
manos, ni fue nunca tan pura y amplia su sonrisa de vencedores. Vino luego su
grado. Qué hermosos marchaban a la muerte y a la gloria. Qué inmenso era su
corazón. Qué grandes sus ilusiones. En esa ceremonia estremecedora le oímos
decir a nuestra hija, despidiendo a su hermano, que ya sabía por qué Colombia
no se había ido al diablo. Porque tenía héroes como éstos a pesar de tener
tantos canallas que la amenazaban.
En la Misa, esos padres que
usted desprecia elevamos al cielo la más encendida de las plegarias. Sabíamos
que varios de esos muchachos nos dejarían para siempre el dolor de su ausencia
y el premio de su recuerdo. Pero eran incontenibles en su devoción y en su
ilusión.
Después de servir en las más rudas
tareas, fueron llamados a lo que más estimaban. A su curso de lanceros. No para
hacer piruetas vistosas para fotógrafos de ocasión. No. Era para someterse a
semanas de rigor extremo, en que ese soldado llega a los confines de la
resistencia física y mental, demostrando que puede tomar decisiones
inteligentes. Y como premio, los destinos de más riesgo, las tareas más duras,
los renunciamientos más severos. Y queda más para su orgullo. Ser Comandos.
Meses de fatigas indecibles en la selva, en los desiertos, en los páramos
helados, en el mar. Todo es poco. La Patria es más grande.
¡Aquellas noches sin noticias!
Era que estaban en la selva persiguiendo a los bandidos con que usted planea en
La Habana la entrega de Colombia. Los días, las semanas, los meses sin más agua
que la de los ríos turbios, sin más compañía que la de gente como ellos y todas
las alimañas del trópico, y sin más objetivo que la victoria.
La vuelta a casa. Aquellos
abrazos inmensos, aquella alegría, que sabíamos prestada por Dios para unas
horas. Y aquél orgullo de verlo sonreír victorioso y dolido. Algún compañero no
volvería nunca a estar en su línea de combate. Lo habían metido en un cajón de
madera con destino a “su lugar de origen”. Pero se llevaba el homenaje de un
saludo marcial y de alguna lágrima cobarde que rodara por el rostro impasible
de sus hermanos héroes. Seguirían sus huellas. Como siguieron las de mi Alférez
Barrero, que usted, por supuesto no conoce. Y las de tantos otros.
Esta no es nuestra tragedia.
Esta es nuestra porción de gloria. ¿Sabe usted lo que es eso? ¿Y sabe que si
tuviéramos más hijos, como Doña Simona, también los acompañaríamos en su viaje
hacia el altar sagrado de la Patria?
Terminando estas líneas sentimos
que se nos quería escapar un insulto que valiera por respuesta a sus injurias.
Pero no. Usted no vale la pena para eso. Apenas le pedimos a Dios que tenga
compasión de su pobre alma.
VIDEO DE VARGAS LLERAS MOLESTO
Espero que hayan disfrutado de su
Contenido, hasta pronto…
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