miércoles, 11 de junio de 2014

NÚMERO 231 JUNIO 11 DE  2014 (MIÉRCOLES)   

Director
Bernardo A. Rendon  Restrepo
bernal.rendon@hotmail.com
Editora y Asesora
Alba Hoyos Botero 

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Galardonados con la

1ª entrega de los premios
ANTURO





SANTOS GANÓ 8.000 MILLONES EN SU PRIMER AÑO DE GOBIERNO,DICE EL EXMINISTRO LONDOÑO


Categoría: Economía home Publicado el Martes, 10 Junio 2014 16:13

Escrito por José Manuel Jaimes Espinosa Visitas: 125

santos 66

En 2.009 tenía 23.326 millones de pesos y en 2.011 resultó con 34.000 millones, según la CAMARA DE COMERCIO DE BOGOTÁ.. Todo a travez de una Sociedad Anónima VANCE S.A..  con su Señora y su hijo mayor, SEGÚN EL EXMINISTRO Fernando Londoño Hoyos EN SU NOTICIERO en RCN ;Quien además se pregunta, si habrá pagado impuestos por esa ganancia de 8.000. millones en desarrollo de sus negocios de COMPRA Y VENTA DE INMUEBLES, que desarrolla la sociedad según la CAMARA DE COMERCIO.
En todo caso lo único claro es que el PRESIDENTE DE LOS COLOMBIANOS,es uno de los hombres más ricos del país,sin contar lo que tenga en el exterir,como la mayoría  de potentados de Colombia.
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 ¿A QUÉ SE DEBE LA RUINA DE VENEZUELA?

El régimen que se sienta sobre las reservas de petróleo más grandes del mundo es incapaz de pagar sus deudas debido a un gasto excesivo y una política monetaria irresponsable.

Nicolás Maduro heredó las bases políticas de Hugo Chávez: sectores de los pobres de Venezuela que han recibido limosna del gobierno desde 1999. El desorden social debido a la escasez y la inflación ponen a prueba a la economía socialista, pero el régimen perdería el apoyo de sus bases si recorta el gasto para solucionar estos problemas.

Programas sociales de vivienda, salud y trabajo que tienen un costo enorme para el régimen son también su cimiento político y se han convertido en una adicción. El régimen está adicto también a subsidiar la gasolina, haciéndola más barata que el agua. Cada barril de petróleo que PDVSA regala en Venezuela es un barril que no vende al precio del mercado internacional.

Estas adicciones se han vuelto prohibitivas.

El gasto excesivo resultó en un déficit fiscal de 45 mil millones de dólares (MM USD), algo como el 11% del PIB y más del doble de las reservas internacionales de Venezuela. La deuda externa está por el orden de 75 MM USD, 17.5 MM USD de los cuales debe pagar en 2014. El gobierno le debe otros 13 MM USD a empresarios venezolanos por importaciones autorizadas y bloqueó la repatriación de 3.3 MM USD por tiquetes de avión vendidos en bolívares en enero de 2014, obligando a algunas aerolíneas a salir del mercado venezolano.

Una línea de crédito cada vez más tenue hace más difícil que el régimen financie su déficit con deuda. Tras cortar relaciones con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en 2007, Venezuela se ha ido endeudando con China y pagando con petróleo. Al menos 350 mil barriles por día (BPD) de la producción actual están comprometidos a pagar esta deuda, reduciendo los ingresos del régimen. Las ventas con descuentos y a cambio de comida a aliados regionales sumadas a los subsidios internos hacen que sólo generen divisas la mitad de la producción de 2.8 millones BPD (que en 1999 era de 3.5 millones BPD). 

Preocupados que estos dólares los usen para pagar importaciones en vez de hacer los pagos que corresponden a su deuda en bonos, los inversionistas piden un retorno para comprar bonos venezolanos denominados en dólares 13% mayor que los bonos del tesoro estadounidense, el segundo costo de crédito más alto del mundo después de Argentina.

Los inversionistas tienen razón al preocuparse. La industria venezolana está estancada. Las fábricas de automóviles y químicos que quedaban están colapsando debido a las restricciones para comprar dólares que impiden que compren insumos. Venezuela importa al menos la mitad de su comida y la escasez para los primeros dos meses del año fue del 47.7%, de acuerdo con la consultora Datanálisis. Demorar las importaciones para pagar intereses sobre los bonos incrementaría la escasez y el desorden social.

Preocupado por estar financiando su déficit con reservas internacionales y deuda, el régimen ha recurrido a imprimir bolívares. Hoy hay siete veces más bolívares en circulación de los que había hace cinco años. Cada bolívar que el régimen imprime para financiar su nómina y sus programas sociales reduce el valor de los que están en circulación. Se llama inflación, y Venezuela tiene la más alta del mundo en 57%.

El abuso de la imprenta también implica que el bolívar pierde valor contra el dólar. El régimen trató de fijar el tipo de cambio en 2,15 bolívares por dólar en 2008, después devaluándolo a 4,3 y 6,3 en 2010 y 2013. A pesar de acrobacias con un tipo de cambio múltiple, el régimen ha sido incapaz de amarrar al mercado por decreto. El dólar se vendió a 87 bolívares en febrero de 2014. 

Aquellos con acceso a dólares que vende el gobierno a 6.3 bolívares pueden falsificar papeles de importación y venderlos en el mercado negro con ganancias obscenas. Los menos afortunados que envían remesas a sus familiar en Colombia o tienen que comprar importaciones a costos de mercado negro están financiando este negocio corrupto, y cansándose de ello.

Si el régimen deja de imprimir bolívares, tendría que cuadrar caja por otro lado, cobrando impuestos o reduciendo el gasto público. Cualquiera de los dos sería un suicidio político. El régimen tiene un problema grave: no tiene con qué mantener sus políticas económicas, pero su supervivencia política depende de ellas.
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MAQUINARIA Y OPINIÓN

 Santos y Zuluaga se disputarán la presidencia de Colombia

El 15 de junio Colombia no escogerá entre izquierda y derecha, ni guerra y paz, sino entre voto de maquinaria o de opinión. 

Ni Oscar Iván Zuluaga es de ultraderecha ni Juan Manuel Santos es de izquierda, como pregonan los críticos de los candidatos en vísperas de la segunda vuelta de elecciones presidenciales en Colombia. Lo que sí diferencia a los candidatos es que toda la maquinaria política tradicional está con Santos, y que el voto de Zuluaga es de opinión. 

Los planes de gobierno de los dos candidatos no tienen diferencias ideológicas marcadas. El de Zuluaga usa las palabras "social," "familia," "salud" y "educación" con mayor frecuencia que "seguridad" o "crimen." Usa la frase "derechos humanos" seis veces mientras el plan de gobierno de Santos no la menciona. La propuesta bandera de Zuluaga en materia de educación es de financiar almuerzos en colegios públicos. En cuanto a sus propuestas, es claro que Zuluaga no es un candidato de extrema derecha o guerrerista. El programa de Santos usa la sigla "LBGTI" con mayor frecuencia que la palabra "militar," pero en general su lenguaje no demuestra una fuerte inclinación hacia la izquierda.

La diferencia fundamental que perdura entre los dos candidatos es el apoyo de caciques políticos que han recibido. A Santos lo apoyan personajes tan disparejos como el progresista Gustavo Petro, defensor de la comunidad LGBTI y el conservador Roberto Gerlein, quien ante el Congreso calificó de "sucio, asqueroso y excremental" el sexo entre homosexuales. Lo apoya Piedad Córdoba y su Marcha Patriótica, partido que el Ministro de Defensa de Santos acusó de ser financiado por las FARC sin que el presidente lo desmintiera. Lo acompañan también Antanas Mockus del Partido Verde, cuyo estandarte político es la lucha contra la corrupción, al igual que el Ñoño Elías y Musa Besaile, los congresistas más votados del partido de la U, famosos por su talento para convertir en votos la burocracia y los recursos del Estado. La senadora electa del partido verde Claudia Lopez anunció que votaría por Santos aunque uno de sus más fieles aliados sea el expresidente Ernesto Samper, quien demandó a Lopez por vincularlo en una columna de opinión con el homicidio de la "monita retrechera" y acusarlo de venderse a la mafia y comprar al congreso. 

Los caciques de los partidos se odian, pero todos apoyan a Santos. 

A Zuluaga lo apoyan abiertamente la excandidata conservadora Marta Lucía Ramírez y el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Ramírez fue la primera ministra de defensa de Uribe cuando inició el gobierno de la Seguridad Democrática, que Zuluaga propone recuperar.  

En la última encuesta de Gallup antes de la primera vuelta de las elecciones, los encuestados expresaron su intención de voto en diferentes escenarios de una posible segunda vuelta contra Santos. Los datos están discriminados por el partido con el que más se identifica el encuestado. Los que se identifican con el Centro Democrático, Polo Democrático, Alianza Verde y el Partido Conservador votaban contra Santos en todos los escenarios. 

Lo sorprendente de este resultado es que ante una segunda vuelta entre Santos y Clara López, el electorado del Centro Democrático que algunos acusan de ultraderecha tenía la intención de votar por la candidata izquierdista. Ante una segunda vuelta entre Santos y Zuluaga, el electorado del Polo Democrático se divide casi igualmente entre Santos, Zuluaga y el voto en blanco, mientras el electorado verde apoyaría a Zuluaga. 

Al parecer el voto de opinión no acompaña a los caciques. Tal vez esto se deba a que por cada colombiano que tiene una buena opinión de los partidos políticos y el congreso, hay dos que los desprecian. Solo el sistema judicial y las FARC tienen peor imágen. A los colombianos no les gusta la maquinaria política. 

A Santos lo ha derrotado dos veces el voto de opinión. La primera, durante la convención conservadora del 26 de enero cuando las bases del partido conservador se rebelaron contra sus caciques, quienes desde entonces apoyaban a Santos, y eligieron como candidata a Marta Lucía Ramírez. La segunda, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, cuando Zuluaga lo superó por cuatro puntos porcentuales, "sin gobierno, sin congreso, sin cupos indicativos, sin ministerios, sin fiscalía," como twiteó el periodista Julio Sánchez Cristo, quien no se destaca por Zuluaguista. 

La segunda vuelta electoral no es una contienda entre izquierda y derecha. Es entre maquinaria y opinión. Si prevalece la maquinaria, Santos tendrá cuatro años para pagar favores electorales con cupos indicativos, cargos burocráticos, regalías y contratos del gobierno. Si prevalece el voto de opinión, Zuluaga sabrá que le debe su presidencia a un electorado que le exige resultados en materia de empleo, salud, seguridad y educación. 
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 GUERRA Y PAZ

 Cabecillas de las FARC escogen entre paz o guerra

La campaña por la reelección de Santos se enfoca en las negociaciones de La Habana porque tiene pocos resultados que mostrar en los temas de fondo.

Es curioso que el tema central de la campaña por la reelección del Presidente Juan Manuel Santos sea uno que le interesa poco a los colombianos. Más curioso es que su promesa de paz no es una decisión que pueda tomar como presidente, sino que ha estado siempre en manos del crimen organizado. 

Los expresidentes Belisario Betancourt y Andrés Pastrana tuvieron las mejores intenciones tendiéndole la mano a organizaciones criminales, pero de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Si fuera tan fácil y la decisión estuviera en manos de un presidente, uno de los doce que han gobernado a Colombia desde que se fundaron las FARC hubiera preferido la paz a la guerra. Dos de los expresidentes que apoyan la reelección de Santos - César Gaviria y Ernesto Samper - deberían explicar por qué escogieron la guerra. 

Claramente no es el caso, y el futuro de las negociaciones de La Habana que lidera Santos dependen de la voluntad de las FARC, no del gobierno. Mientras acepten entregar sus armas y someterse a la justicia, el gobierno puede ofrecer reducción de penas, protección a sus familiares y participación política a quienes no hayan cometido crímenes contra la humanidad. Mientras sigan haciendo terrorismo, el gobierno está obligado a defender a su gente. 

Los colombianos tienen opiniones curiosas respecto al proceso de La Habana. La mayoría de los encuestados por Gallup en mayo está de acuerdo con que continúen pero no con que se le entregue a las FARC lo que piden. Tampoco creen que las conversaciones traerán el fin de la violencia.

Es igualmente curioso que los medios se enfoquen tanto en este tema cuando los colombianos no lo consideran de mayor importancia. Sólo el 5% de los encuestados cree que lograr un acuerdo con la guerrilla es el principal problema que debe ser resuelto por el próximo presidente de Colombia. Es la séptima prioridad, tras el desempleo, la salud, la delincuencia, la educación, la corrupción y la pobreza.

A Zuluaga lo apoyan abiertamente la excandidata conservadora Marta Lucía Ramírez y el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Ramírez fue la primera ministra de defensa de Uribe cuando inició el gobierno de la Seguridad Democrática, que Zuluaga propone recuperar.  

En la última encuesta de Gallup antes de la primera vuelta de las elecciones, los encuestados expresaron su intención de voto en diferentes escenarios de una posible segunda vuelta contra Santos. Los datos están discriminados por el partido con el que más se identifica el encuestado. Los que se identifican con el Centro Democrático, Polo Democrático, Alianza Verde y el Partido Conservador votaban contra Santos en todos los escenarios. 

Lo sorprendente de este resultado es que ante una segunda vuelta entre Santos y Clara López, el electorado del Centro Democrático que algunos acusan de ultraderecha tenía la intención de votar por la candidata izquierdista. Ante una segunda vuelta entre Santos y Zuluaga, el electorado del Polo Democrático se divide casi igualmente entre Santos, Zuluaga y el voto en blanco, mientras el electorado verde apoyaría a Zuluaga. 

Al parecer el voto de opinión no acompaña a los caciques. Tal vez esto se deba a que por cada colombiano que tiene una buena opinión de los partidos políticos y el congreso, hay dos que los desprecian. Solo el sistema judicial y las FARC tienen peor imágen. A los colombianos no les gusta la maquinaria política. 

A Santos lo ha derrotado dos veces el voto de opinión. La primera, durante la convención conservadora del 26 de enero cuando las bases del partido conservador se rebelaron contra sus caciques, quienes desde entonces apoyaban a Santos, y eligieron como candidata a Marta Lucía Ramírez. La segunda, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, cuando Zuluaga lo superó por cuatro puntos porcentuales, "sin gobierno, sin congreso, sin cupos indicativos, sin ministerios, sin fiscalía," como twiteó el periodista Julio Sánchez Cristo, quien no se destaca por Zuluaguista. 

La segunda vuelta electoral no es una contienda entre izquierda y derecha. Es entre maquinaria y opinión. Si prevalece la maquinaria, Santos tendrá cuatro años para pagar favores electorales con cupos indicativos, cargos burocráticos, regalías y contratos del gobierno. Si prevalece el voto de opinión, Zuluaga sabrá que le debe su presidencia a un electorado que le exige resultados en materia de empleo, salud, seguridad y educación. 
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 PETRÓLEO BAJO ASEDIO

 Voladura del oleoducto Trasandino en Putumayo

La crisis de seguridad del sector productivo más crítico para Colombia está ausente en el debate público en vísperas de elecciones presidenciales. 

El Oleoducto Caño Limón-Coveñas lleva desde el 25 de marzo sin operar debido a una voladura en Toledo, Norte de Santander. Ecopetrol duró un mes sin poder repararlo, pues indígenas U’wa que viven en el lugar reclamaban dos billones de pesos para permitírselo. La suspensión del bombeo ha costado quince mil millones de pesos cada uno de los 45 días que han pasado desde el ataque. Obligó a Ecopetrol a declarar fuerza mayor en sus contratos de entrega de crudo en Coveñas, ocasionó el despido de quinientos trabajadores de OXY en Arauca, y demandó la presencia de dos ministros, dos viceministros y el presidente de Ecopetrol para negociar con los U’wa. Resaltó también el asedio que sufre el petróleo en Colombia en manos del terrorismo.

El gobierno llegó a un acuerdo con los U’wa para que permitieran reparar el tubo el 1 de mayo, pero eso claramente no soluciona el problema. Es mismo día, el ELN voló el oleoducto nuevamente en Cubará, Boyacá y en Arauquita, Arauca. Tres días antes, incineró 12 vehículos de Ecopetrol que transportaban crudo en Tibú, Norte de Santander. El 5 de mayo las FARC lanzaron cilindros bomba e incendiaron un depósito de petróleo en San Miguel, Putumayo.

El asedio contra el sector petrolero es generalizado y sistemático.

En 2013 hubo 259 voladuras de oleoductos, más de una cada tercer día y un incremento del 72% respecto a 2012. El incremento se debe tal vez a una campaña de las FARC para atacar infraestructura crítica del Estado y ganar ventaja en las negociaciones de La Habana. Puede ser presión del ELN por ganar los mismos beneficios que esté ofreciendo el gobierno a las FARC, o una disminución en la acción ofensiva de la fuerza pública que da espacio para que el terrorismo ataque los oleoductos. Lo más probable es que ocurra por una combinación de estos tres factores.

No es consuelo que en el primer trimestre de 2014 hubiera 33 ataques, una reducción del 43% respecto al primer trimestre de 2013.  En 2008, 2009 y 2010 hubo menos ataques al año que durante este primer trimestre. Las voladuras fueron ocho veces más frecuentes en 2013 que en cada uno de esos años. En la primera semana de abril, ya terminado el trimestre, hubo seis ataques más contra oleoductos en Colombia.

Quienes más sufren por los ataques son las comunidades que rodean las zonas aisladas de producción y transporte de hidrocarburos, y son de las más vulnerables que hay en Colombia. Los indígenas U’wa son una de ellas, al igual que los demás habitantes del Catatumbo. También lo son los 12 mil habitantes de Puerto Asís, Putumayo que en enero duraron tres semanas sin agua potable por la contaminación de la quebrada Agua Negra por una voladura del Oleoducto Trasandino. En el mismo municipio, las FARC obligaron a los conductores de 18 vehículos a derramar 4.500 barriles de petróleo en la vía en noviembre de 2013, causando otra emergencia ambiental. Los trabajadores del sector que sufren los despidos, extorsiones, secuestros y homicidios son también gente humilde.

Sin embargo, el asedio no afecto solo a estas comunidades, pues el sector petrolero es el más importante de la economía colombiana. Generó directamente en 2013 la cuarta parte los ingresos del Estado en impuesto a la renta que paga el sector, dividendos de Ecopetrol, regalías y derechos por contratos. La cuarta parte de la infraestructura, educación, salud, seguridad, vivienda, pensiones y demás gastos que incurre el gobierno salen de un pozo de petróleo y recorren parte de los 8.500 kilómetros de oleoductos que tiene el país. El 58% del valor de las exportaciones colombianas viene del crudo y sus derivados, ingresos que financian a otros sectores de la economía como el comercio, la construcción y los servicios. Los fondos de pensiones colombianos – es decir, los pensionados y trabajadores que hacen aportes para recibir una pensión – son dueños de cerca del 10% de Ecopetrol, cuyo valor ha caído un 43% en los últimos dos años.

La crisis petrolera es grave y afecta directamente a todos los colombianos. Por eso es un misterio que en vísperas de elecciones presidenciales no sea una prioridad urgente de la opinión pública. La prensa se ocupa más de acusaciones y escándalos que de debates que propongan un camino para solucionar las crisis de petróleo, el sector agrario y la seguridad. 
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INCONSISTENCIAS EN LAS CIFRAS DE SEGURIDAD EN COLOMBIA


Colombia tiene un grave problema de inseguridad

El primer paso en el camino hacia la recuperación es admitir que uno tiene un problema. El gobierno de Colombia se niega a aceptar que la seguridad de su gente se está deteriorando. 

El Ministerio de Defensa de Colombia presenta mensualmente un documento que recopila las cifras de seguridad en el país llamado, “Logros de la Política Integral de Seguridad y Defensa para la Prosperidad – PISDP.” Las inconsistencias en estas publicaciones de un mes a otro producen serias dudas sobre su validez. Activistas y candidatos políticos pueden usar las cifras que presenta el mismo gobierno para elogiar el éxito o denunciar el fracaso de las mismas políticas de seguridad y el desempeño de la Fuerza Pública. 

Lo cierto es que de acuerdo a las cifras oficiales, los colombianos no tenemos ni idea si nuestro país mejora o empeora en materia de seguridad. En marzo de 2014, el Ministerio de Defensa publicó el documento actualizado hasta enero de este año. Viendo sólo este documento, las cifras son alentadoras. Sin embargo, al examinar el documento actualizado hasta dos meses antes –noviembre de 2013 –está claro que en ese lapso de tiempo hubo una importante revisión de las cifras de 2012 a la cual se le debe gran parte de la tendencia favorable entre 2012 y 2013 para el cierre de 2013.

Un ejemplo claro son las cifras de homicidio, que son las más citadas por los medios de comunicación y la academia debido al alto impacto social del delito, la facilidad de comparar de un país a otro usando una cifra que se mide de forma similar, y la relativa dificultad para manipular estos datos (comparado con otros delitos, como extorsión o hurto, donde en muchos casos la única evidencia del delito es una denuncia). El documento actualizado hasta enero de 2014 muestra una reducción del 7.34% al pasar de 16.440 homicidios en 2012 a 15.234 en 2013. Sin embargo, dos meses antes, la cifra publicada para 2012 no era 16.440, sino 15.038 homicidios. Usando la cifra publicada hasta noviembre de 2013, no hubo reducción sino un aumento del 1.3% en los homicidios. Esa cifra sería más consistente con las encuestas de opinión, que muestran que la mayoría de los colombianos desaprueba de la gestión de su gobierno en materia de inseguridad. 
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Espero que hayan disfrutado de su Contenido, hasta pronto… 
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